No vidente, comunicador social
¡Un poderoso agorero, queriendo destruir un reino, arrojó una poción mágica al pozo donde el pueblo iba a beber. Quien tomara de aquella agua se volvería loco. A la mañana siguiente, la población entera bebió y todos enloquecieron, menos el soberano, el cual tenía un pozo sólo para él y su familia.
Alarmado, el monarca trató de controlar a la población imponiendo una serie de leyes, pero los jueces, autoridades, policías e inspectores habían bebido del agua y resolvieron no respetarlas.
Cuando los habitantes de aquel reino se enteraron de los decretos, se convencieron de que el rey escribía cosas sin sentido. A gritos llegaron al trono y exigieron que dimitiera. Desesperado el monarca quiso dejar el trono, pero la reina le dijo: "Ahora vamos hasta la fuente de agua y también beberemos. Así seremos igual que ellos."
Y así lo hicieron: rey y reina bebieron del agua de la locura y en seguida comenzaron a decir cosas sin sentido. De inmediato, sus súbditos se retractaron de la decisión que acababan de tomar.
¿Será que todos hemos bebido del pozo colectivo de la locura?
Al apostar verjas y alambres de púas alrededor de nuestras casas y guardias en las entradas, tratando de mantener a los ladrones afuera cuando en realidad nos estamos encerrando a nosotros mismos. Es más, en algunos casos, abordamos el autobús por la puerta trasera cuando en realidad debemos hacerlo por la delantera.
Es síntoma de locura también el manejo desordenado, cuando la prioridad de paso es paso el auto y no para el peatón. Peor aún, cruzar debajo del puente peatonal es una verdadera insensatez.
Decía el filósofo Friedrich Nietzsche: "En los individuos es rara la locura, pero es la regla en los grupos, partidos, pueblos, épocas y por ello los historiadores nos han hablado hasta la locura. Pero alguna vez la historia la escribirán los médicos".
