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Asabiyah

Enrique Arturo de Obarrio ([email protected]) | Abogado

Dentro de dos días celebramos en nuestro país el Día de la Madre. No tengo suficiente espacio en esta columna para compartirles sobre los orígenes de esta importante conmemoración, que la mayoría de los países festejan en el mes de mayo, a diferencia de Panamá, que acertadamente mantiene la celebración el mismo día que, de acuerdo al santoral católico, se celebra la fiesta de la Inmaculada Concepción.

A nuestra Santa Madre María debemos serle devotos con fervor todos los días de la vida, y acostumbrarnos a acudir a Ella como la más bondadosa y efectiva intercesora ante Su Hijo Jesús, cuyo nacimiento estaremos próximos a celebrar en grande el 25 de diciembre.

Pero aunque también debería ser ocasión todos los días del año, el 8 de diciembre debemos especialmente regalar todo nuestro amor y agradecimiento a nuestras madres, nuestras suegras, nuestras esposas, y elevar una plegaria por aquellas a quienes Dios ha llamado a su lado.

Hemos de sentir especial admiración por quienes, en definitiva, merecen un cúmulo de felicitaciones ayer, hoy y siempre, y sobre todo merecen copiosas bendiciones.

El 8 de diciembre es ocasión para hacer un alto en el camino, inspirados por Nuestra Señora, para dedicarlo por completo a nuestras madres, esposas y suegras, por lo mucho que nos han regalado. Ellas se merecen eso, y mucho más.

El amor de una madre es simplemente irremplazable; el sentimiento maternal, desprendimiento y desgaste de una esposa por con sus hijos, y esposo, es algo que jamás podremos agradecer y reciprocar suficientemente. En el caso de nuestras suegras, yo no se ustedes, pero este servidor quiere mucho y está agradecidísimo por la compresión de la mía, sobre todo porque por ella tengo a la esposa y madre ejemplar que tengo, gracias a Dios.

Si en realidad queremos empezar a arreglar las cosas en nuestro país, aprendamos a recurrir cada vez más a la intuición, sapiencia y virtudes de nuestras mujeres. El primer paso es reconocerles y agradecerles su indispensable rol de madres y entender que tienen cosas importantes que decir y que hacer, sobre todo cuando nos equivocamos. Aprendamos a escucharlas.



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