Cada quien puede hacer con su cuerpo lo que quiera. Esto todos los tenemos claro. Si alguien quiere abusar de él comiendo alimentos altos en grasas saturadas, allá él. Del mismo modo, si le gusta meterse tres cajetillas de cigarrillos al día, ese es su derecho.
Lo que no tiene justificación es que exponga a otras personas al desagradable humo de sus cigarrillos.
Inhalar el llamado "humo de segunda mano", emitido por los cigarrillos encendidos, nos convierte automáticamente en "fumadores pasivos", lo que significa que aunque no nos metamos cigarrillos a la boca, igual nuestros pulmones están recibiendo el bombardeo de químicos cancerígenos como la nicotina y el benceno.
Los más recientes estudios sobre el tabaquismo pasivo concluyen en que las probabilidades de que el cónyuge de un fumador desarrolle cáncer de pulmón aumenta en un 20% para las mujeres y un 30% para los hombres. Los no fumadores expuestos en el trabajo corren entre un 12 y un 19% más de riesgo de desarrollar cáncer de piel.
La Asamblea Nacional de Diputados acaba de aprobar una ley sobre control del tabaco en lugares cerrados que es más abarcadora que la que este mismo órgano del Estado había puesto en vigencia en 2005. Pero, como hemos visto incontables veces en este país, este tipo de leyes se vuelven letra muerta si los funcionarios y dueños de locales no las hacen valer.
Esto es lo que sucedió con la ley anterior, y lo que probablemente sucederá con esta nueva ley si no se crean las condiciones para que se castigue a las empresas que permiten que gente fume dentro de las instalaciones.
Si este y otros gobiernos han decidido prohibir el consumo de tabaco en lugares cerrados, es porque el tabaquismo se ha convertido en un tema de salud pública. Seamos más conscientes, y guardemos los cigarrillos para cuando estemos en casa.