Los primeros indicios de esta fiesta hay que buscarlos en Oriente durante los siglos VII y VIII. En Occidente aparece en la Italia meridional, en la región habitada por los bizantinos. La celebración tardó en difundirse, a causa principalmente de la lenta penetración de la teología en este misterio mariano de la preservación de la María de toda mancha de pecado original. En Roma entró en el calendario litúrgico en 1476. La fecha elegida está en relación con el 8 de septiembre, la fiesta de la Natividad de la Virgen, más antigua. Entre la Inmaculada Concepción y la Natividad se da, por tanto la misma dependencia que entre la Anunciación del Señor y la Navidad.
La Concepción Inmaculada de María fue solemnemente declarada como verdad de fe definida por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854. Veinticinco años después, el Papa León XIII elevó la fiesta a la máxima categoría litúrgica. Actualmente es -al menos en España- fiesta de precepto, una de las que por acuerdo de la XXXIII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, celebrada en noviembre de 1980, debe conservarse en todo el territorio nacional.