La advertencia dejada en la cochera de Omar Hamid, miembro de la Guardia Nacional iraquí, mostraba dos espadas ensangrentadas y un mensaje: ``Si no renuncias a tu trabajo antes de tres días, morirás''.
Al día siguiente, Hamid, que aún se recupera de una lesión en una pierna después de que pistoleros atacaron su patrulla, respondió con letreros que colgó en el mercado de su ciudad natal de Mahmudiya y en la calle que conduce a su casa: ``Me lavo las manos de la Guardia Nacional iraquí''.
Dijo que la decisión de renunciar a su trabajo, donde ganaba un sueldo relativamente alto de 190 dólares mensuales, fue fácil porque sabe cuál era la alternativa.
``Han matado a mucha gente'', afirmó Hamid. ``Pueden alcanzarte en cualquier parte. Se pueden meter fácilmente a las casas para secuestrarte o matarte''.