Las tomas de decisiones y los actos que derivan de esas decisiones siempre deberían darse en el momento en que la situación lo exige. Ni antes, ni después.
Tener un buen "timing", como se le llama al sentido de actuar acertadamente en el momento preciso, es una característica que se adquiere con la experiencia.
Claro, también el sentido común juega un rol en desarrollar el olfato para aprovechar una oportunidad. Las oportunidades no se dejan pasar, ni tampoco uno puede adelantarse demasiado, o "alargartarse", como jocosamente decimos.
Pero realmente son pocas las oportunidades que se generan espontáneamente. Eso es pura suerte. Las verdaderas chances de avanzar en la vida las creamos nosotros pensando siempre hacia adelante; previendo cada una de las situaciones que pueden presentarse a futuro.
Tal dogma se aplica a los que buscan trabajo. Una cosa es estar sentado cómodamente en una mecedora en el portal de la casa, y otra es estar chequeando constantemente los clasificados de empleo en los periódicos y enviando hojas de vida a potenciales empleadores.
Por supuesto que para quien se esfuerza son mayores las posibilidades de encontrar un buen empleo, mientras que es casi imposible que alguien con dos dedos de frente se acerque a un hombre achantado para ofrecerle chamba.
No por nada dicen que quien busca encuentra.
Ese es el problema de algunos desempleados en este país. Dejan pasar, e incluso rechazan oportunidades, porque dicen que ese trabajo es muy poco para ellos, o porque sencillamente tienen miedo a la responsabilidad, o poca confianza en sus capacidades.
Pero más vale un pájaro en mano que cien volando. Mientras sigan de exquisitos, se mantendrán marginados del mercado de trabajo.