La confesión de Marion Jones, que puso un triste final a siete años de sospechas, ha obligado al mundo del atletismo a ensayar una nueva forma de combatir el dopaje consistente en promover una refundación moral del deporte, atajando desde la base la propagación de la cultura del fraude.
Para el presidente de la IAAF, el senegalés Lamine Diack, el caso Marion Jones, que confesó el 8 de octubre pasado haberse dopado para competir en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, constituye "un desastre" para el atletismo.
La experiencia demuestra que el aumento vertiginoso de la inversión en programas antidopaje no ha logrado mucho.