Hace algunos días, por asuntos de trabajo fui al sureste de mi país, y el sitio donde íbamos era accesible sólo por mar. Salimos de la ciudad de Chitré a las seis de la mañana, un grupo de 12 personas a inspeccionar los trabajos realizados en las faldas del Cerro Hoya.
Para llegar al lugar, nos trasladamos vía terrestre hacia la provincia de Los Santos, específicamente hacia el distrito de Tonosí, en el sector de Cambutal. Llegamos a las instalaciones de la ANAM del área, allí nos esperaban un grupo de funcionarios y el lanchero, quien nos transportaría hacia el área de Tembladera, ubicada en el distrito de Mariato, provincia de Veraguas.
El trayecto era de dos horas ida y dos de regreso, el lanchero era un tipo moreno, musculoso, manos toscas y pies descalzos, llevaba un pantalón negro de tela delgada, raído... no usaba camisa, sólo una gorra maltratada sobre su cabeza para protegerse del sol. Este es, Martín Ramón Castillo, de unos 50 años, y a quien le apodamos el "Lobo del Mar", vive en el corregimiento de Arenas, Veraguas.
Al ir hacia el bote, Castillo señaló ¡Jooo! el bote irá cargado, hay mucha gente. Ayúdenme a sacarlo de la arena, y al estar todos dentro del bote comenzó regañar a "Ochy", quien estaba sentado en la "cubierta" de la embarcación, otros en el borde. Como un hombre de mar con experiencia, balanceó el peso de los pasajeros, para no voltearnos.
Al cabo de la media hora de viaje, la vista era espectacular y pudimos observar un grupo de ocho delfines, quienes al escuchar el motor del bote desaparecieron. Después de hora y media llegamos a Tembladera, donde el lanchero Castillo nos dejó en un embarcadero entre rocas, pero como "Lobo del Mar" es un experto, no hubo problemas.
Después de hora y media, salimos de regreso, donde la aventura fue más emocionante y a la vez peligrosa, porque llovía fuerte, la marea subió y no se veía nada, no sabíamos por dónde íbamos, pero el señor Martín Ramón Castillo, sabía lo que hacía, ya que junto a su ayudante saboreaban un rico emparedado y una soda.
Al visualizar tierra, sentí tranquilidad, atracó a orillas de la estación de la ANAM, bajó a los tripulantes y la carga, al rato lo abordé con mis preguntas curiosas. Le pregunté cuántos años se necesitan para realizar las pericias que realizó durante el viaje, a lo que respondió "cada maestro, con su librito".
Desde niño navego en estos botes, con este trabajo de transportar personas de un lado a otro y también de pescador, con este trabajo he criado a mis hijos.
He tenido miles de aventuras, algunas con peligros, pero gracias a Dios siempre he salido con bien, nos comentó. Llegamos a la comunidad de Cambutal y allí nos despedimos de este gran hombre al que le llamamos "Lobo de Mar".