Han quedado atrás aquellos tiempos en que los grupos sindicalistas, gremios, asociaciones y quizás clubes tenían o gozaban de líderes idóneos surgidos de estratos sociales marginados, que angustiados por los problemas agobiantes de sus respectivas comunidades, obligaban al funcionario en turno, a presentarse al lugar de los hechos para comprometerse a rendir respuestas a las necesidades de los afectados. Dirigentes que utilizando diálogos de altura se sentaban a la mesa de negociaciones para tratar de buscar alternativas al problema. Líderes respetuosos, cautelosos en sus apreciaciones, que medían las palabras que salían de sus bocas para no ofender ni mucho menos estorbar al interlocutor que participaba del proceso de negociación en turno, de ese momento. Líderes naturales que sostenían una imagen de credibilidad ante la sociedad que los admiraba por sus ideales, comprometidos siempre con los que menos tenían, buscando la manera de que sus existencias fueran un poco más agradables en compañía de sus familiares. Respetaban y escuchaban las ideas de los participantes sin imponer criterios.
Aquellas unidades que durante nuestra juventud admirábamos por su combatividad, esfuerzo y valentía, reconocemos ahora cuánta falta hacen ante tanta mediocridad de dirigentes que se muestran irrespetuosos, insolentes, altivos, amadores de ellos mismos, que utilizan la intimidación, en algunos casos la violencia para imponer sus criterios.
Quizás nos hemos olvidado de ellos, pero mención honorífica de corazón para Ulises Martínez (Colegio Abel Bravo de Colón 1966, Galván-Marcha de Hambre), y otros que dieron honor y gloria por su combatividad durante su gestión como dirigentes naturales sinceros y respetuosos, exponiendo muchas veces sus propias vidas.