EDITORIAL
La sociedad enferma
Ocupados como estamos en
alcanzar el progreso económico o ventajas políticas que suponemos
representan el bienestar de la sociedad, estamos perdiendo de vista el deterioro
del entorno en que cada vez hay más hogares incompletos y en forma
prosaica pretendemos dar justificación a ese cáncer que es
el divorcio o separación de cuerpos.
Ya son muy escasas las parejas matrimoniales que celebran sus Bodas de
Plata o de Oro, como una prueba fehaciente de la unión sólida,
bendecida por Dios, que levantaron hogares y familias honorables.
Al sagrado sacramento del matrimonio se le da en los tiempos modernos
un trato muy superficial. Algo así como un requisito social que hay
que cumplir y con la aceptación tácita de un contrato que
tiene que ser observado rigurosamente por ambas partes, o de lo contrario
la unión se disuelve, muchas veces sin pesar en las víctimas
inocentes que son los hijos habidos del matrimonio.
El matrimonio tampoco es lo que era antes. Cuando una pareja se casa,
casi siempre uno de los contrayentes "le sugiere" al invitado
que el regalo debe ser en efectivo o debe comprarlo en determinado almacén.
O sea, que existe una tarifa para poder asistir a un matrimonio, algo copiado
de esquemas foráneos que ya se ha popularizado en nuestro país.
Es evidente que el matrimonio ya no reviste la solemnidad de otros tiempos
y una proyección de esto es la creciente cantidad de divorcios y
separaciones.
El problema es más grave si tomamos en cuenta que Panamá
fue catalogada como una nación de bastardos, producto de la gran
cantidad de hijos nacidos fuera del matrimonio, según revelaron varias
encuestas. Y a pesar de que nuestra sociedad toma estas cifras y revelaciones
a la ligera, debemos hacer un alto y reflexionar sobre el futuro de la generación
del tercer milenio. No podremos avanzar con estos traumas, porque ellos
se reflejarán en nuestros hábitos y actitudes.
Los tiempos en que vivimos han hecho que el país se conduzca con
otra moral, tan diferente a los esquemas conservadores del pasado. Pero
sí hay que retomar esos valores que distinguían nuestra sociedad
e ir reduciendo la cantidad de divorcios que atentan contra la familia,
que es la base de la sociedad.
Las relaciones domésticas, el respeto a la integridad familiar,
la solidez moral deben ser el norte de una nueva sociedad panameña.
Es alarmante lo que sucede, pero no queremos darnos cuenta. Debemos empezar
con nosotros mismos en no imitar estilos de vida extranjeros que nos quitan
personalidad y autenticidad. En la medida que defendamos nuestra moral y
costumbres, fortaleceremos el espíritu y nada nos doblegará.
Ni siquiera la propaganda estridente de que siendo más humanos somos
obsoletos. Por ahora, tenemos que superar la imagen de una sociedad enferma,
lacerada por la corrupción y los prejuicios, pero que aspira a que
el Creador abra su dilatada imagen desde el cielo y que Panamá sea
ventana permanente por donde Dios mire hacia el mundo.


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AYER GRAFICO |
El Bárbaro del Ritmo, el gran Benny Moré, popularizó
en Panamá "Maracaibo Oriental". |


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