“Aquel día, cuando una hermana me avisó que se estaba quemando un bus debajo del puente peatonal, salí a ver, y lo primero que vi fue el vehículo echando humo por la parte delantera”, así recordó Daniel Morán el inicio de esta tragedia que enlutó a 18 familias.
La primera reacción de este joven, padre de dos niños, no se hizo esperar; volvió a entrar rápidamente a su centro de trabajo en busca de algún objeto para ayudar a los pasajeros.
“Lo primero que se me ocurrió fue agarrar el extinguidor y salí para enfrentar el fuego, que, por cierto, ya había cogido fuerza. Las llamas habían avanzado, cubriendo toda la parte delantera, tapando la puerta, y la gente se había corrido hacia la parte trasera”, dijo.
TAMBIEN AYUDARON DESDE ADENTRO
Según el muchacho, al momento de la tragedia, había un aproximado de 50 pasajeros atrapados; muchos salieron cuando ayudó a romper las ventanas, pese al fuego que amenazaba cada vez más.
“Recuerdo que empecé a tirar con el extinguidor, tratando de apagar el fuego, pero las llamas eran incontrolables y cubrieron con rapidez todo el motorizado, apagando las esperanzas de salvar más vidas”, apuntó.
De todas las personas que ayudó a escapar de las garras de la muerte, recuerda en especial a dos de ellas, que fueron lanzadas por algunos héroes anónimos desde adentro.
“Todavía tengo en la mente, como si fuera hoy mismo, la imagen de una de las muchachas que fue lanzada y cayó de espaldas al suelo. Creía que iba a quedar inconsciente por el golpe, pero sorpresivamente se levantó y salió corriendo, estaba tan desorientada que la encontré corriendo con dirección al puente del Seguro Social”, narró.
UNA ENFERMERA EN LLAMAS
Otra de las jóvenes que se salvó de morir abrasada, después él se enteró que se trataba de una enfermera, salió con las ropas en llamas; gritaba desesperada, “solo atiné a dirigir el extinguidor a su cuerpo”, agregó.
“Una vez que apagamos el fuego de sus vestidos, un grupo de muchachos ayudó a moverla al costado de un edificio, donde recibió después ayuda de los paramédicos”, dijo.
Morán indicó que el motor del bus se convirtió rápidamente en un horno. El fogaje era tan grande que le quemaba la cara, y cuando se tornó insoportable, tuvo que retroceder, muy adolorido por no poder hacer nada más por los que se quedaron atrapados en esa trampa de muerte.
“Aún recuerdo los gritos desesperados de las 18 personas que perecieron, primero eran fuertes, luego se fueron apagando hasta que solo se escuchó el suave rugido de las llamas cubriendo el bus”, apuntó.
Según el héroe, todo se consumió muy rápidamente que parecía un mal sueño. Hoy las imágenes de aquel infortunado día todavía lo persiguen.