Cuando se encuentra por primera vez un hombre con una mujer, dándose los atractivos interiores que nos invitan a un proyecto mayor fuera de una simple amistad, incentivando la magia impulsada por un 'sentimiento, encerrando el evento de distinguidas prominencias, estamos dispuestos a aceptar los sacrificios que van unidos a los esfuerzos culminantes exteriores.
Este giro imprevisto e impresionante, experimentado en los acontecimientos, ofrece el lugar a que se sienta una necesidad terminante de fundar lo que se ha dado en llamar las categóricas bases inseparables de toda sociedad, estampándonos en los sentidos, la sensación de una llama que se extiende, con inusitada rapidez hacia un fin determinado, donde se hace difícil poner freno al depurado entusiasmo que cabalga sobre los variables lomos de la esperanza impulsora. Ya fundada la unión, resuelto el delicado compromiso, tenemos que dedicarnos por entero a los cuidados de nuestras obligaciones hogareñas y al trabajo del cual dependerán todos los miembros futuros en general. La unión debe ser permanente, ya que no hay estorbos posibles que puedan detener interfiriendo sus propósitos fieles.
Cuando surgen algunas situaciones que se presume' complicada, es urgente que se ponga en alto relieve el profundo sentido de compromiso, en busca de la solución donde no halla excusas para separarse. La obstinación compulsiva guardadora de silencio, en vez de afrontar la adversidad estoicamente, nos torna en endebles criaturas de criterios sacudidos, donde la obligación destituye la devoción, allí la inseguridad hurga motivando crueldades infelices.
Tomarse en cuenta y lograr de ambos su consentimiento en lo concerniente a lo que vamos a hacer afianza firmemente las relaciones conyugales, edificadas sobre los sentimientos permanentes en procura de la meta ambicionada.