Hoy voy a reconsiderar una propuesta que me ha hecho en reiteradas ocasiones nuestro creador. Hace unos cuatro años me hizo el primer llamado, respondí, pero a medias, quizás no contaba en aquella ocasión con la madurez, criterio y experiencia suficiente para asumir el reto, y qué mejor momento que aceptar este ofrecimiento y asumirlo con responsabilidad en el mes de la patria, donde el compromiso lo voy a hacer con mi país.
Somos muchos los llamados, pero pocos los escogidos. Hoy siento que llegó el tiempo de Dios y que debo retomar lo aprendido para compartirlo con una población en crecimiento y que lamentablemente sus opciones son mínimas, pese a que cuentan con un cúmulo de experiencias que los lleva a ser los héroes de nuestra historia, pues en el pasado dieron su aporte, desde diferentes facetas, a lo que hoy disfrutamos en mi Panamá, el país de las oportunidades.
Como señalaba en un artículo reciente "no existe un grupo de personas en el mundo que tenga más que enseñar a la humanidad que los adultos mayores", y, precisamente, hacia ellos va dirigida mi labor social. Una población que según proyecciones de Estadísticas y Censo de la Contraloría General de la República, está en crecimiento.
Pese a estas proyecciones, vemos con tristeza el trato que reciben algunos adultos mayores. Los hijos olvidan a sus padres; diversos factores los llevan a recluirlos en hogares para ancianos; en otros casos los tienen para cuidar a los nietos; cuando no tienen para valerse por sí mismos ni los determinan, los van dejando en el abandono y serán importantes siempre que tengan una jubilación que compense sus gastos médicos, alimentación, inclusive que alcance para los gastos de la familia. Si esa remuneración no existe, el amor que se siente por ellos, es poco.
Quiero una población de adultos mayores respetada y valorada; que participe en actividades recreativas donde se sientan activos y creativos y que sea el escenario para compartir con sus contemporáneos. Que sientan ese deseo de vivir y de disfrutar su retiro; alejados de la rutina diaria, y que cada día sea un regalo de Dios, para aprovecharlo al máximo.
A partir de hoy voy a esforzarme para llegar a alcanzar los objetivos que me he trazado, sé que el cielo está dispuesto, pues cuando un hijo de Dios se constituye en un instrumento para hacer el bien, la victoria está de su lado. Con decisión, ingenio y creatividad tocaremos puertas, de igual forma escucharemos opiniones, sugerencias y recomendaciones que fortalezcan este proyecto.