Allí llegaba. Tan sólo unos minutos de espera, apareció el más grande de todos los jinetes nacidos en el planeta Tierra: Laffit Pincay Jr.. Vestía un suéter deportivo blanco ajustado al cuerpo, un jeans negro claro y unas botas negro azabache.
El panameño de nacimiento y de corazón se preparaba para regresar a Estados Unidos, tras unos días en su tierra natal. Homenajeado por muchos, Pincay es el más claro ejemplo de aquel viejo refrán: "Nadie es profeta en su propia tierra".
Primero suspiró y pensó lo que iba a decir. Luego con fuerza dijo: "A mí me han prometido tantas cosas en Panamá y realmente no he escuchado nada de eso... Me prometieron una calle y otras cosas y nada. En California una calle lleva mi nombre. Pero hay que esperar, todavía estoy esperando, algún día vendrán los homenajes", dijo Pincay a Crítica.