Ser el centro del mundo y corazón del universo tiene sus ventajas claras, pero también sus desventajas. Somos un país con rico potencial para explotar el comercio de las mercaderías de todos los confines de la tierra.
Como país de tránsito, recibimos visitantes con culturas y costumbres diferentes a las nuestras que muchas veces contribuyen con el desarrollo de nuestra economía e idiosincrasia, pero desafortunadamente hay algunas de esas costumbres que deterioran el espíritu de nuestra nación, como tal es el caso de la celebración de Halloween o Noche de Brujas.
Esta fecha, que tiene sus orígenes en la antigua cultura de la región norteña de Europa, se encuentra vinculada a innumerables dioses paganos y al reino espiritual. A pesar de que la brujería, superstición y hechicería predominan hoy, muchos panameños han acogido esta fiesta como propia, claro está engatusados por una publicidad criolla que comercializa sin restricción una festividad donde se le rinde culto a Satanás.
Es imperativo que las autoridades, sobre todo el gobierno local, pongan orden para evitar que las vidrieras promuevan más la Noche de Brujas que el mes de la Patria que comienza mañana.
En este dilema los maestros de los colegios primarios han tenido su responsabilidad al inventar que los niños se disfracen en años anteriores cuando el Día del Niño coincidía con la fecha.
Todos los cristianos del mundo deben ganar la batalla espiritual. Hay que impedir que la celebración tome más fuerza.
Abramos los oídos a las palabras de Pablo cuando se dirigía a la iglesia localizada en Efeso para decirles: "Y no participéis en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien, desenmascaradlas". Rindámosle honor a Panamá.