¿Nunca le ha tocado prestarle un par de reales a un amigo de la vecindad, quien dijo estar necesitado?
Los panameños somos muy solidarios cuando se trata de ayudar para una causa como la comida del hermano. Siempre sacamos de donde no hay para darle ese par de reales que ayudará a resolver la crisis del día.
Lo curioso del dilema es que en la casa del amigo de la vecindad todos los fines de semana no falta la pinta, la bulla y el palabrerío en altos decibeles. De lunes a viernes está limpio, pero el sábado y domingo nadie sabe de dónde saca el "money" para convertir su casa en una verdadera cantina.
De seguro usted prestó su dinero la primera vez, pero, al analizar el comportamiento de su vecino, habrá quedado decepcionado de las cosas que ha visto y oído.
¿Cómo se atreven este tipo de personas acercarse nuevamente para pedir cuando todos saben que ahorran para formar sus pachangas de fines de semana?
Nadie en su sano entender es tan tonto como para prestar dos veces a alguien que acostumbra a lo mismo.
El panameño no es tonto, así que deje de estar inventando cuentos y actuando con cara de limpio de que no tiene plata. Sea mejor persona, mejor vecino, mejor ciudadano, mejor ser humano y mejor cristiano, pues el día que tenga una urgencia de verdad nadie querrá ayudarle.
En este mundo no podemos estar convirtiendo nuestra casa en un centro de inmundicia, aunque algunas mujeres defiendan la tesis de que prefieren que sus esposos "chupen" en casa. En cierta forma es mejor que irse a un bar de mala muerte, pero qué pasó con el ejemplo ante los hijos. Recuerden que ellos copian modelos, así que lo mejor es dejar de beber licor. Hermano, entregue sus problemas a Dios. Pídale que le quite esas ganas de beber como un loco.
