En esta vida todos estamos demasiado preocupados por atender nuestros propios asuntos y resolver nuestros propios problemas para encima de eso tener que aguantar a algunas unidades que sólo se la pasan quejándose de todo y llorando por cualquier cosa, incluso cuando nada les sucede.
De hecho, cuando uno los ve comportarse, se pregunta cómo pueden vivir así. Siempre están lamentándose en voz alta sobre todo lo que les sucede, nada está bien hecho, que si sus hijos se portan mal, que si sus padres los hostigan, que si sus jefe lo quiere botar, que si la plata no le alcanza, que si su vecino hace mucho ruido... En fin, pinta su vida como un infierno, y lo grita para que todo el mundo lo sepa.
El asunto es que nadie quiere escucharlo. No porque no quieran ayudarlo, sino porque aunque lo ayuden, y logre solucionar lo que lo aqueja, siempre encontrará algo sobre lo cual ponerse a llorar.
Cuando alguien se acerca para intentar ayudarlo y buscar salidas a los atolladeros, el llorón se tranca mentalmente. "No se puede", "eso no va a servir". Respuestas así son las que generalmente obtenemos de ellos, porque no tienen el valor de hacer algo al respecto sobre sus propios problemas. Sólo sirven para quejarse.
Es muy difícil tratar a estas personas, porque son muy inestables y dramáticas. Son muy dados a las escenitas y los espectáculos en público. Si usted tiene a alguien cercano con estas características y desea ayudarlo, lo primero que tiene que procurar es que cuando hable con él
ella, lo haga en privado.
Lo que estas personas necesitan es alejarse de sus respectivas rutinas, y recibir una terapia intensiva de positivismo por un lado, y de pragmatismo por el otro. Primero, hacerles entender que llorando no resuelven nada, y luego, inculcarles la actitud de que si algo los molesta, es necesario hacer algo al respecto.