EDITORIAL
Clamor al Cristo Negro
Un 21 de octubre de 1658 las olas del océano Atlántico llevaron a la playa de San Pedro de La Escucha, en Portobelo, Colón, la pesada imagen de un Cristo moreno. Coincidentemente con su llegada, la naturaleza desató sobre el pueblo una epidemia de viruela que diezmó a la población, y motivó que los sobrevivientes le imploraran de rodillas al santo para que los salvara. Milagrosamente, el mal cesó al día siguiente de la súplica y desde entonces -343 años han transcurrido ya- se le agradece al Nazareno con una multitudinaria procesión.
Poco importa a los creyentes si fue el indio Kichimbanchi el que descubrió al santo flotando en las aguas y lo arrastró a la orilla, o si fue el mal tiempo el que obligó a un navío español a interrumpir su viaje a Colombia o Perú (donde debía ser llevada la imagen) para quedarse en Portobelo, de donde jamás pudo salir porque las tormentas se lo impidieron una y otra vez. Los fieles apenas ponen atención a estas historias antes de caer de rodillas, y lanzarse en una aventura dolorosa que ha trascendido las fronteras panameñas.
Tanto, que toda Latinoamérica conoce la tradición de los istmeños, convertida en leyenda por el cantante de salsa Ismael "Maelo" Rivera, cuyo fervoroso testimonio señala que "El Naza" lo salvó de las drogas y de perder su carrera artística. Rivera agradeció el milagro caminando 10 años la masiva procesión, hasta antes de morir un 13 de mayo de 1987, y convirtiendo a Portobelo en un punto de referencia de la cultura hispanoamericana, similar a la virgen de Guadalupe en México, o el Cristo caído de Monserrate en Colombia.
Hoy los panameños vuelven a caminar la ruta que lleva hasta Portobelo. Llevan al hombro pequeñas imágenes del Santo, y en el corazón una oración de acción de gracias, o una súplica. Pero hay quienes piensan que debe ser Panamá entera, en su sin igual religiosidad popular, la que clame al cielo esta vez, pidiendo puertas de salida a esta mala situación que nos acosa a todos.
Pero las aberrantes penitencias, tan criticadas por la Iglesia y los grupos de derechos humanos, que terminan en sanguinolentas llagas y cuerpo mancillados, deben cesar y traducirse en compromiso y trabajo duro para ayudar a Dios en su milagro de ayudarnos a salir del atolladero.
Para cumplir como cristianos verdaderos lo que bien dice el refrán: "A Dios rogando, y con el mazo dando".
PUNTO CRITICO |
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