Durante 90 días hemos esperado una actitud desprendida de parte de todas las partes involucradas en el Diálogo Nacional para reformar la Ley 30, particularmente cuando se cumplen 42 años del golpe de Estado del 11 de octubre de 1968.
La situación se presentaba difícil porque estaban enfrentadas fuerzas cuyas posiciones se han opuesto sobre todo en el terreno laboral. En estas negociaciones no había posibilidades de que el péndulo se moviera.
No obstante, un Ejecutivo, con mucha fortaleza y decisión, ha hecho frente a un SUNTRACS radical y de dura posición que, con su secretario general, participó en las negociaciones.
Todos pensamos que este ejercicio de la democracia, de negociar, no tendría resultados positivos y terminaría por atentar contra el auge económico de Panamá, cuyos números se han ubicado en los primeros lugares de la región.
Cuando las fuerzas políticas de un país no tienen conciencia de patria, se corre el riesgo de caminar por terreno escabroso, como ocurrió aquel 11 de octubre de 1968, cuando las tinieblas sumieron al país en una dimensión represiva y se dio un cambio que todavía tiene consecuencias y que vale la pena comprenderlas para evitar peligrosas repeticiones.
Vivimos en un régimen al que probablemente aún no maneje muy bien algunos conceptos sobre las libertades civiles, pero que con los resultados del diálogo ha dado muestras de madurez y, sobre todo, ha reconocido la posición de la sociedad y sus componentes.
Los panameños estamos llamados a ocupar un sitial muy importante en América Latina. Nuestra experiencia podemos ofrecerla a los hermanos de la región, porque ya es hora de vivir todos en paz, luego de más de cinco décadas de llevar una vida convulsionada.