jueves 14 de octubre de 2010 

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El cielo lloró al recibir a la pequeña 'Yin'

Ginela C. Escala M. | Crítica en Línea

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El abuelito Pedro llora al observar a "Yin" posada en el pequeño ataúd de color blanco. (Foto: Mauricio Valenzuela / EPASA)

La pequeña princesita Hanna Yinneth fue despedida ayer en medio de lágrimas de los familiares, que se confundían con las fuertes gotas de lluvia que caían sobre el lugar.

El cielo parecía llorar de tristeza. Sus amiguitos hicieron una calle de honor para dar paso al féretro con los restos de la pequeña, que llegó a la Iglesia San Juan Diego, pasado el mediodía de ayer.

Fuertes gotas golpeaban el techo de la pequeña capilla, construida de bloque y cemento, mientras la hermana Ameglia Rodríguez Moreno oficiaba la ceremonia.

En medio se encontraba el féretro. "Yin", vestida de blanco, lucía serena, tranquila.

El coro de la iglesia entonó los primeros cantos que apaciguaron el ambiente.

La religiosa efectúo una ceremonia corta, no más de 30 minutos.

Sus palabras, dirigidas a la familia Fernández Gil, eran reconfortantes; dijo que "Yin-Yan" son un bello milagro de vida de Dios, pese a la desaparición de una de ellas.

Ahora el angelito Hanna Yinneth "está en presencia de Dios", resaltó.

Las palabras de consuelo no lograron contener el dolor que se reflejaba en los rostros de Alfredo, padre de Yin; sus abuelitos Sara y Pedro, y su más íntima familia.

Su madre Sarita no estuvo presente. Se quedó en casa para cuidar de Hanna Yanneth, quien se recupera de la cirugía.

De acuerdo a testimonio de su hermana Zuleidy, Sarita no soportaría el impacto emocional de despedir a su bebé, por lo que decidieron que se ausentara y evitar que transmitiera ese estrés a "Yan".

El momento más dramático llegó justo cuando la lluvia cesó. Llegar al cementerio hacía cada vez más cercana y real la despedida.

La gente se amontonó alrededor de la fosa donde sería depositado el cuerpecito de "Yin". Se escucharon gritos desgarradores.

La abuelita Sara gritaba: "Dios, ¿por qué te la llevaste?", sus hijos la consolaban. Don Pedro también lloraba. El padre de la niña no habló, no hubo palabras de despedida, desconsolado le lanzó un clavel, sinónimo del adiós.

¡Yin está en el cielo!, decían sus familiares.

 




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