Una cosa es ser una persona humilde y sencilla, y otra muy diferente es dejar que todo el mundo te pase por encima, que te insulten y te humillen a tí y a tu familia sin que tú muevas un dedo por defender tu honra.
Todos tenemos solo dos mejillas. Dejarse avasallar por otras personas es señal de poco carácter y una baja autoestima. Erróneamente se interpreta que una persona con una elevada autoestima es un arrogante o un narcicista.
No, tener autoestima significa que uno sabe darse su lugar; sin usurpar el de nadie, pero tampoco permitiendo que le pasen a uno por encima.
En parte, quienes se dejan "conguear", son personas acomplejadas. Piensan que porque son pobres, o de otra raza, otro sexo, están imposibilitados para enfrentarse a los abusos de los ricos, o los hombres, o los de color de piel diferente.
La Constitución de este país establece claramente que todos los ciudadanos son iguales ante las leyes, y si en algunos casos se percibe diferente, es porque muchos no reaccionan ante las injusticias.
¿Por qué una empleada doméstica debe dejarse insultar por la dueña de la casa, sin haber hecho absolutamente nada malo en su trabajo? ¿Por qué vamos a permitir que cualquier tipo adinerado nos trate como basura? Hay que pelear por los propios derechos. Si uno se reduce ante la adversidad, le estamos dando la razón a las mentes prejuiciosas, arrogantes, ventajosas y malintencionadas.
Claro, todo hay que hacerlo en el marco de la dignidad y el respeto. Las palabras soeces y los insultos personas no nos ayudan a darnos a respetar, pero sí la mirada directa, la entonación firme y diciendo las verdades.
No nacimos para ser víctimas, pero lo seremos en la medida que no paremos en seco a los abusadores.