VIVE EN LA MISERIA Y NO PUEDE RECIBIR RAYOS DE SOL
Melina Santos,la niña que
tiene piel de cristal
Vielka Cádiz F.
Chiriquí- EPASA
Con la piel completamente
arrugada, brotes vejigosos en todo el cuerpo y sin poder recibir un rayo
de sol, en la apartada comunidad de Corozo, en el distrito del Barú,
reside en compañía de sus padres y hermanas la pequeña
de seis años Melina Santos.
Tras un largo y extenuado recorrido en bus, y luego de atravesar por
espacio de 45 minutos un deteriorado camino, encontramos la humilde casita
de la pequeña Melina, quien está dentro de un viejo vestido,
y con los pies descalzos.
Por ironías de la vida, y como si no bastara con el grave círculo
de pobreza que los rodea, la familia García Santos compuesta por
cinco personas, ha tenido que enfrentar desde 1992 el desconocido y desesperante
mal de Melina.
Y es que de manera repentina, un día la infante, quien en ese
entonces contaba únicamente con dos años de edad, tuvo que
ser trasladada en condiciones de gravedad, a la sala de urgencias del Hospital
Dionisio Arrocha de Puerto Armuelles.
A pesar de su corta edad, Melina enfrentó con gran valentía,
la enfermedad que se complicó con un cuadro de diarrea, vómito
y fiebre alta; síntomas estos que casi le producen la muerte.
Sin embargo, la niña luchó y ha continuado luchando por
sobrevivir, pero el extraño mal la ha perseguido por el resto de
su vida.
Fue a partir de esa fecha, cuando a la nena empezó a arrugársele
la piel y cuando menos lo esperan tienden a aparecerle las ampollas, las
cuales después de un corto período de tiempo se rompen y le
causan una desesperante picazón y ardor.
La batalla es difícil, manifestó el padrastro de la menor,
Julio García, quien precisó que el mal produce mucha comezón
y posteriormente las ampollas.
Ante esa situación y como si la desgracia la persiguiera, Melina
vive en una condición similar a la de los prisioneros de las cárceles
y, peor aún, ya que ella no puede recibir ni un "rayito solar",
porque de inmediato se le arruga completamente la piel y le aparecen las
desagradables vejigas.
Como si fuera poco, la pequeña se ha visto impedida de asistir
a la escuela, ya que los padres temen por su salud, la cual se tornaría
muy delicada si se descuidan.
Con la mirada triste y un tono cabizbajo, el humilde indígena
señaló que "en la escuela hay otros niños y lo
más probable es que Melina sienta la necesidad de hacer iguales actividades
que los demás, como jugar al aire libre, pero ella, lamentablemente
no puede hacerlo".
No obstante, reiteró que se sentiría muy contento de que
a la niña se le presentara la oportunidad de educarse y por lo menos,
aprendiera a escribir.
Aunque de manera permanente tiene que aplicarse el jabón medicado
y el ungüento correspondiente, por falta de dinero y un seguro que
la ampare, la desafortunada niña no goza de los servicios de salud
que requiere.
Tras la permanencia de la enfermedad y la escasez de recursos para cubrir
los gastos, el señor y la señora Rodríguez expresaron
que en ocasiones los agobia el sentimiento de impotencia y el deseo de abandonar
cualquier batalla contra el extraño mal. Pero eso, murmuró,
no puede ser, porque es "nuestra hija la que sufre".
"Hasta donde ha estado a nuestro alcance hemos tratado de encontrar
el medicamento que cure de una vez por todas a la nena, pero todo el esfuerzo
realizado durante largos cuatro años, ha sido en vano", destacó.
Ni la medicina costarricense que le han aplicado, ni la panameña,
ha logrado desaparecer el mal y Melina continúa enferma.
En una ocasión, el médico que la atendía le tomó
una muestra de sangre para examinarla en Estados Unidos, pero por no contar
con un seguro social, no se les ha mencionado absolutamente nada.
Rodríguez explicó que tiene un trabajo en la empresa Palma
Aceitera de Barú, donde devenga un salario de 72 balboas quincenales,
lo que apenas le alcanza para comprar algunos alimentos de la canasta básica
familiar y su familia tenga al menos dos comidas al día.
Con un tono de completa ingenuidad y ante la desesperación por
escuchar constantemente el quejido de la niña, ante la picazón
que le producen la vejigas, Rodríguez expresó que a veces
le aplican algunas pastas que le obsequian los vecinos.
Bajo el dolor que lo embargaba, al ver transcurrir el tiempo sin que
su nena se sanara y sin una esperanza de llevarla al médico, el humilde
indígena finalizó la conversación con EPASA, solicitando
la cooperación de las autoridades de salud, el gobierno y la comunidad
en general, para que Melina pueda hacer realidad el sueño de ser
atendida por algún médico especialista en la ciudad capital
o en el exterior, y así ser sanada.


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