Me confieso soy amante de las discotecas, mi edad y soltería me permiten parrandear a lo grande. Conocer uno a uno los centros nocturnos y sobre todo, los nuevos.
No discriminamos, mis amigas y yo sólo buscamos diversión sin importar la clase social.
En una de nuestras noches de rumba nació un nuevo reto: conocer aquella discoteca, ubicada en una esquina de la Avenida B, que al parecer estaba muy de moda, pero en los indígenas.
La verdad, mis amigas se "echaron", pero mi profesión me llevó a descubrir un poco más sobre aquellas discotecas localizadas en el centro de la ciudad, donde la diversión indígena nunca falta.La aventura
Con un poco de recelo me lancé al Bar Bella Vista junto a unos compañeros. Para nuestra suerte se había ido la luz, así que abrían tarde.
La noche era joven y el reportaje había que realizarlo, guardando el miedo en el bolsillo, me fui para la famosa Calle Estudiante donde existen seis centros deportivos, mejor conocidos como discotecas indígenas.
Cuatro chicos en una esquina me dieron la bienvenida, o por lo menos, eso pude descifrar, ya que me miraban y sonreídos algo murmuraban.
Aproveché mi posición de dama y además joven, para unirme al grupo. Sólo uno de ellos, Ascanio, me respondía mis preguntas y los demás sólo miraban, al parecer no entendían bien el español.
"Nosotros venimos de jueves a sábado, ya que los domingos no abren. Vivimos en Cerro Batea, pero allá no hay centros exclusivos para indígenas" confesó él, quien esperaba que se hiciera más tarde para subir a bailar.Necesidad de diversión
El chico de escasos 23 años se empezó a sentir en confianza y a relatar sus noches de parranda.
"La que más nos gusta es la de Avenida B, ya que hay más muchachas, y también llegan personas que no son indígenas. Lo único es que a veces hay muchos problemas y no hay buena seguridad".
Al cuestionarlo sobre el tiempo de existencia de los centros, me respondió "pregúntale a la dueña que está ahí, pero se pusieron de moda desde hace como cuatro años".
Le hice caso y fui en busca de la respuestas de la dueña, quien prefirió no identificarse. "Soy la que dirige el Bar Aili Kalu, pertenecemos a la isla Ailigandi, y sólo tenemos cinco meses de tenerlo, pero existen desde hace años".
Asegura que la idea nació viendo que muchos indígenas, que residen en la ciudad, tenían la necesidad de entretenerse, no sólo con las actividades de su pueblo sino como personas normales y música del momento.
Por ello en estos sitios se escucha todo tipo de música, pero manifiesta que las más gustadas son el reggae, la bachata y el vallenato. Se vende cervezas y hasta comida. Divididas por regiones
"No son discotecas sino centros deportivos y en la ciudad hay como siete" acotó la indígena que portaba su vestido típico.
También recalcó que los nombres de las centros muchas veces lo colocan de acuerdo al lugar donde vienen. Para que así las personas vayan a la discoteca que le pertenece a sus paisanos.
La verdad no encontré la diferencia entre un centro deportivo indígena y una discoteca. En ambas existen personas con deseos de divertirse, escuchar una buena música, tomarse unos tragos y hasta conseguir una pareja, muchas veces momentánea y otras por el resto de su vida.