"Si mi verdad pone en evidencia tu mentira, luego tu mentira debe ser tan grande como mi verdad..."
(Multa Paucis)
El tema del día es sin duda: el castigo a los menores infractores, cuyas penas se barajan entre condenas que van desde los seis meses, hasta veinte años, sin descartar la posibilidad de aplicar la cadena perpetua. Pero...
¿Quién le impone penas a los mayores -léase adultos - infractores cuyos delitos sobrepasan aquellos de los menores? Hablamos de ministros, legisladores, directores, etc., quienes, enquistados en el aparato estatal, se han convertido en entes inmunes que gozan de la más absoluta impunidad.
¿Cómo es posible que un puñado de legisladores se dieron el 'tupé', haciendo airados aspavientos, para divulgar a la faz del país, un temerario negociado de muchos billetes - caso CEMIS - alrededor del cual se armó tremendo escándalo para, posteriormente, como una bofetada a la inteligencia, se postulan ¡y salen electos?
¿Cómo es posible que una legisladora fue encontrada culpable de lesionar la majestad del sufragio, cometiendo actos prohibidos por las leyes electorales, y luego se determina que dicha legisladora haya podido participar en una segunda vuelta, para optar por la curul (5.1), donde ya pesa sobre dicha legisladora una pena?
'Cómo es posible que haya funcionarios - léase ministros de Estado - que habiendo la Corte Suprema de Justicia emitido fallos que son inapelables y de estricto cumplimiento, puedan desafiar abiertamente esa máxima corporación de justicia, y saltan la valla de la justicia para caer en el estiércol del desacato?
Me pregunto, ¿Cuál grupo de infractores es peor que el otro, tomando en cuenta que los menores infractores son la consecuencia del mal ejemplo que le dan los adultos? No defiendo a ningún asesino, sea menor de edad o adulto, o comparto el dolor de los familiares de las víctimas, pero la realidad actual me hace recordar el siguiente dicho: 'Nunca es más perjudicial un buen consejo como cuando va acompañado de un mal ejemplo'.
Cierro estas reflexiones repitiendo la pregunta... ¿Cuál es peor, el menor infractor, o el adulto impune?
¡Au Revoir!