Alguien dijo: "Somos la última generación en respetar a sus padres y la primera en temerle a nuestros hijos". La permisividad que tienen los niños de hoy en Panamá, nos va a llevar a un acorralamiento delincuencial sin precedentes, gracias a varias ONGS, sociólogos, sicólogos y políticos de pacotilla que han comprado cuentos foráneos, traídos por amanerados y supuestos líderes de los derechos humanos.
En las escuelas primarias de hoy, los educadores, sufren y son amenazados por la impunidad de que gozan los menores de edad que obedecen a bandas, que a pesar que se les brinda algún respeto, sus familias carecen de lo mínimo para vivir. Estos pelaos odian a la sociedad que los ignora: Maestros, doctores, curas, progenitores y autoridades son amenazas que los exaltan. En Suiza para irme un poquito lejos, la edad penal es de siete (7) años, y eso sin temor a equivocarme es lo que mantiene a los ciudadanos de Berna, Zurich y Locarno con un nivel de educación y seguridad que son la envidia del mundo civilizado.
Aquí los gobiernos tienen un panorama fotográfico del país bello y maravilloso, pero si pusieran su cámara en "zoom", se darían cuenta que en la mayoría de las barriadas pobres y pueblos, los pelaos comienzan a fumar la "pata del diablo" (canyac), a los seis años. En los pasillos de muchas escuelas primarias medran verdaderos maleantes y asesinos, que saben que no los pueden tocar en sus casas y menos recibir un leve regaño de sus maestros.
Pero ¿cuándo vamos a empezar a educar con disciplina?. Podemos cerrar el 70% de los ministerios y dedicarnos las 24 horas del día, a meter en cintura a los menores de edad antes que sea demasiado tarde. Corrales educativos o comunas de redes sociales para meter a los menores desertores de escuelas y hogares. Y entonces sí, en vez de rejo y regaño, a comer, estudiar y a divertirse a fuerza de disciplina como cualquier homínido evolucionado de este planeta.