A la orilla del Shat al-Arab, un cauce en el cual se conjugan el Tigris y el Eufrates, los dos ríos majestuosos de Irak, hay una hilera de estatuas que señalan hacia Irán. Más allá, la zona del Kurdiztán, que fue escenario de una sangrienta lucha entre 1980 y 1988 entre iraquíes e iraníes, es un árido desierto minado, ciénagas y extrema vigilancia militar.
Pocos recuerdan que Saddam Hussein, el autoritario líder iraquí, fue el instrumento de Occidente para frenar por unos pocos años a la expansión del fundamentalismo islámico que se propagaba con las arengas sagradas del Ayatollah Jomeini. Pero, Irak, su ejército de un millón de hombres en aquella vez, sus armas de destrucción masiva, algunas de las cuales Bagdad usó contra inocentes civiles kurdos en 1989, dejó de ser útil para los intereses norteamericanos e ingleses, al convertirse la nación árabe en un poder armado en el Medio Oriente.
Desde 1978, Saddam Hussein se ha mantenido formalmente en el poder en Irak. Pero, ¿Cómo ha logrado tanto éxito sin ser derrocado? En el entorno del mundo árabe todavía persiste la idea de que los líderes autoritarios son mejores que una democracia participativa: El Partido Baaz (Renacimiento Árabe) ha logrado controlar a toda la sociedad iraquí, al punto de recrear el culto a la personalidad del mismo Saddam. La oposición democrática iraquí, refugiados en Londres y Washington, nunca ha logrado destronar a Hussein, debido a que hay poco apoyo para destronar al dictador.
Saddam es la clásica imagen de los califas, los monarcas islámicos que dominaron al mundo antiguo bajo la premisa de la lucha religiosa y acabar con los infieles. Hussein nació en Tikrit, la misma ciudad en donde vivió Saladino, quien liberó a Jerusalén en tiempos de las Cruzadas.
Expertos en la rama internacional consideran que Saddam Hussein es un verdadero peligro para la estabilidad en el Medio Oriente, pero a la vez, es una garantía de que Irak se convierta en otro Afganistán: Mesopotamia está dividida en regiones muy conflictivas, como el Kurdistán iraquí, fuera del dominio de Bagdad desde 1991, cuando perdió la Guerra del Golfo. En el sur, los grupos chiítas son afines a Irán y mantienen una constante de guerrillas contra la Guardia Republicana de Saddam. Los sunnitas iraquíes son la mayoría de los 18 millones de personas, que habitan el país. Saddam es sunnita.
El derrocamiento de Saddam, en una hipotética invasión norteamericana a las grandes ciudades iraquíes, sólo generaría un terrible desastre: El Kurdistán se declararía totalmente independiente, lo que sería aprovechado por los demás grupos kurdos en Siria, Turquía, Irán y Azerbaiyán que buscarían unirse a sus hermanos en Irak. Irán se apoderaría del Shat al-Arab y de la cuenca sur de los ríos mesopotámicos, en donde hay ricos yacimientos petrolíferos. Estallaría otra guerra civil, peor de las antes vistas en Irak.
¿Y qué si Saddam, en su aciago día, no piensa lanzar un ataque nuclear, químico o biológico, en el caso de encontrarse acorralado por tropas de Estados Unidos? Hace años, se supo que Irak pudo haber construido de dos a tres bombas atómicas, en secreto, las cuales pueden estar esperando el mejor momento para ser usadas por Hussein. |