A pesar de todas las incomprensiones de la dirigencia sindical bananera de Puerto Armuelles, la Compañía Chiquita Brands ha decidido quedarse. Sus planteamientos deben verse con toda seriedad, en especial por los obreros y el Gobierno Nacional.
La empresa ha logrado encontrar una nueva variedad que mejora la calidad de la fruta en los mercados internacionales, las fincas particulares de la fruta, también tendrán que hacer lo mismo.
Han logrado, mediante cambios de labores culturales, mejorar la productividad, a pesar de la poca flexibilidad de la convención colectiva.
Queda pendiente la inversión social, subsidio por agua, luz, transporte colegial y vivienda, entre otros, que eran cargados a los costos por caja.
La competitividad del mercado exige nuevas modalidades en la producción para enfrentar un banano, que si bien no es mejor que el nuestro, en precio es más bajo.
Los esquemas del pasado, donde las fincas estaban en áreas fuera de las zonas rurales con servicios básicos, ha quedado atrás y los Estados, como el panameño, están ejerciendo la soberanía en cuanto la atención de los servicios indispensables de las poblaciones.
Podrá verse injusto que las ricas compañías se desprendan de los aportes sociales del pasado, pero la globalización nos está indicando que si no se ajustan a las reglas del mercado, irán camino a la quiebra final.
La compañía estadounidense hace esfuerzos para no abandonar Puerto Armuelles, debe por lo tanto de darse un pacto de gobierno-empresa-obreros para no perder la más importante fuente laboral de la región e inyección de este rubro que juega un sitial alto en nuestras exportaciones. |