Comprendo por qué el hombre antiguo gozaba de perfecta lozanía, aparejada de sorprendente longevidad, donde se abría, amplio abanico de óptimo trabajo y de sana convivencia; contenidos en los estudios bíblicos que así lo comprueban con lujo de detalles que nos provocan profunda envidia interior. Hoy, no podemos desenvolvernos de esa manera, ya que las generaciones actuales se enfrentan con mengua a gran multiplicidad de estímulos ambientales que laceran sin piedad su mundo interno, siendo algunos derribados y vencidos por la fatiga psicosomática.
Dicho universo adverso ha permitido la intrusión de la maldad, que en andas nos la ha traído la civilización dejándonos una gama de malos hábitos muy duros de erradicar, a saber: El caos de las cosas que existen hoy en día, la velocidad, el miedo y la inseguridad surgida al tenor de debilidades familiares con la inadaptación al medio donde habitamos. Es probable que un campesino que vive fuera de estos contornos lesivos, aún en el presente, provisto de agua potable y de un régimen alimentario regular, puede elevar su porcentaje de vida a términos prometedores. Es seguro que su presión arterial esté relajada, contrariando con creces al nombre de la ciudad, expuesto a diversas tentaciones de la agitada vida citadina, totalmente descontrolada, pululante de ruidos ensordecedores y de aceleramientos permanentes. El corazón no resiste el bombardeo sin clemencia de la mente y las incidencias ambientales que arruinan la estabilidad del yo interno. Las secreciones de las glándulas suprarrenales arrojan su contenido (cortisol) al torrente sanguíneo, sustancia ampliamente nociva que atenta con contundencia inmisericorde a medida que se producen las excitaciones desmedidas; las ciencias han demostrado que el estrés, enemigo número uno nuestro, es responsable de la presencia en el cuerpo de enfermedades, muchas de ellas incurables, como la diabetes, los trastornos del corazón, el cáncer y diferentes deficiencias en el metabolismo que requieren de medicamentos que interfieren con el cuerpo, porque causan efectos secundarios. Somos la respuesta de la química y de mecanismos complejos que deben darse serenamente, pero cuán duro es, ser indiferentes, antes tanto hostigamiento, ocasionado por influencias negativas que provienen del detritus ambiental.
Es más fácil hacerle frente a la falta de vitaminas y minerales en el organismo que causan amorfia que a las deficiencias del ego; motivado generalmente por la presencia de sustancias extrañas en el componente sanguíneo que alteran la tranquilidad emocional y, la perspicacia espontánea, para actuar sin presiones en el diario trajinar. El amor, la serenidad, la bondad y la sanidad del alma y el soma, estado envidiable es, para eliminar el estrés de nuestro mundo profundo. |