Un kamikaze se inmoló en la principal estación de autobuses de la ciudad israelí de Beer Sheva (sur), en el primer ataque suicida palestino desde la evacuación de las colonias isralíes de la franja de Gaza a principios de este mes de agosto.
En total, 40 personas fueron hospitalizadas, dos de ellas en estado grave, y la mayoría debido a la conmoción sufrida.
Este atentado frustrado, que todavía no fue reivindicado pero podría ser la venganza por la muerte de cinco palestinos el miércoles en Tulkarem (norte de Cisjordania), pone en la cuerda floja las crecientes perspectivas de diálogo y paz en la región.
Nada más conocer la noticia, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, condenó el hecho y lo calificó de "acto terrorista".
El ministro de Seguridad Interior israelí, Gideon Ezra, afirmó que el atentado "no marcará el inicio de una ola de terrorismo" pero sí muestra la necesidad de que las autoridades palestinas se esfuercen más por neutralizar los grupos radicales.
El atentado no fue una masacre gracias a que el kamikaze, que llevaba una bolsa sospechosa, fue interceptado por el conductor del autobús al que intentaba entrar y por dos guardias de seguridad.
Según la policía y testigos, los agentes le pidieron un documento de identidad pero el sospechoso huyó y cuando iba a ser atrapado activó la carga explosiva que llevaba.