|
La embriaguez es la turbación pasajera de los sentidos por el exceso de alcohol ingerido. Así lo define el diccionario, pero en realidad es mucho más que una definición. Este estado lo podríamos describir como el control absoluto de Satanás de un alma que busca la paz que sólo ofrece Jesús.
La humanidad entera anda en búsqueda de la felicidad a través de miles de formas y una de ellas es consumiendo licor, sustancia que se convierte en el centro de reuniones sociales y de negocios.
Para esta época, muchas personas comienzan a organizar las fiestas de fin de año. Se prepara un listado de necesidades donde no se deja a un lado la comida, la alegría, regalos y el licor, algo que no debe faltar, según la mayoría. "Si no hay guaro, no voy". Esta es la frase que resuena en la sociedad, un conglomerado de personas gobernada, sin saberlo, por el pecado.
Cuando nos demos cuenta que es posible hacer una reunión familiar sin licor, podremos sentirnos contentos, porque se ha dado un paso para soltar la cuerda que nos mantiene atados al vicio del alcoholismo.
El ciclo de la vida se repite. Es igual que la moda. Así de simple es la ecuación donde nuestros hijos aprenden de lo que hacemos nosotros. Mañana no cuestionemos si nuestros hijos comienzan a nadar en los caminos del licor o si sentimos olor a cigarrillo en el cuarto, donde antes había una cuna y ahora hay una cama con un adolescente.
En verdad, si queremos reunirnos para compartir tiempo juntos y decirnos lo mucho que nos amamos, hagámoslos bajo los efectos de la salud y no bajo lo efectos de una "pacha" o una "pinta" o algo mucho mejor: embriaguémonos con el Espíritu Santo y busquemos el amor de Dios. Amén. |
