En una misa de despedida en su adorada Cracovia, ante los ojos llenos de lágrimas de los fieles, el papa Juan Pablo II dijo el ayer a más de dos millones de polacos que le gustaría visitar nuevamente su país, pero que eso está completamente en las manos de Dios''.
El Papa de 82 años se mostró cada vez más débil durante la misa de tres horas, pero su ánimo se alzó cuando la multitud coreó su nombre. Dios los bendiga. Me gustaría decirles 'hasta la próxima', pero eso está completamente en manos de Dios'', dijo Juan Pablo a la multitud reunida en el campo de Blonie, eligiendo cuidadosamente sus palabras.
El peregrinaje polaco ha sido tanto un viaje lleno de recuerdos para el Papa --con visitas a su vieja casa, la salina donde trabajó durante la ocupación nazi y las tumbas de sus familiares-- como una oportunidad para reafirmar las tradiciones católicas polacas conforme la nación se prepara para unirse a la secular Europa occidental.
Más que nada, la visita enfatizó la fuerte relación entre el hijo favorito de Polonia -- el primer Papa polaco, el que derrotó al comunismo-- y sus compatriotas.
Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando la multitud gritó: Eres maravilloso. Te amamos, quédate con nosotros''. Yo digo, ustedes me están diciendo que abandone Roma'', dijo Juan Pablo. Muchos de los presentes, temerosos de que fuera la última visita del Papa, lloraron también.
Posteriormente, hizo una rara mención a su mortalidad durante una escala no programada en una iglesia donde fue pastor de 1948 a 1950.
Le pido oraciones a todos los parroquianos actuales de san Florián, una oración para los vivos y los muertos y una oración para el Papa durante su vida y luego de su muerte'', dijo Juan Pablo II.
La multitud fue la mayor que se ha reunido en una visita papal desde que cuatro millones de personas lo hicieron en Manila en 1995. Asistencias previas en Polonia han sido siembre de alrededor de un millón de personas, desde la primera vez que el Papa regresó tras el inicio de su reinado en 1978.
Después de la misa dominical, Juan Pablo II visitó las tumbas de sus padres y hermano, todos muertos hace más de medio siglo, y luego se retiró a rezar en la catedral de Wawel, donde celebró su primera misa como sacerdote en 1946, y se sentó a meditar por 30 minutos en un altar dedicado al patrono de Polonia, san Estanislao.
La realeza y los héroes nacionales polacos están sepultados en Wawel, lo cual suscitó conjeturas de que Juan Pablo II pedirá ser enterrado ahí.
Juan Pablo se mostró incómodo mientras estaba sentado junto al altar, vestido de verde en una temperatura superior a los 20 grados centígrados. Sus manos temblaron y muchas veces no se entendían sus palabras durante la larga ceremonia que incluyó la beatificación de cuatro polacos.
Uno de los beatificados fue el arzobispo de Varsovia, Zygmunt Szczesny Felinski, deportado a Rusia en 1963 por los entonces gobernadores zaristas de la ciudad como castigo a su lealtad al Vaticano. Permaneció exiliado durante 20 años y nunca se le permitió recuperar su puesto en la ciudad hasta su muerte en 1895. |