INQUIETUDES
Mi reloj necesita un psiquiatra


Escribo esta columna hoy porque "Toño" Díaz sigue hospitalizado. El amigo y maestro tuvo problemas con su corazón, consecuencia de la diabetes que lo agobia hace tantos años. Ayer le hicieron un delicado examen del que salió airoso, como siempre. Dicen los médicos que su corazón tiene combustible para rato, pero es necesario tener mucho cuidado para evitar sorpresas desagradables. Todo depende de "Toño". Después de un descanso reparador, en Crítica estamos seguros que pronto lo tendremos de vuelta por esta fábrica de estrés, haciendo el periodismo de pasta dura que lo caracteriza.

Eduardo Soto P.
Crítica en Línea

 

Dicho esto, entramos en materia:

En el baño de mi habitación tengo un reloj colgado en la pared, y está completamente loco. Tiene más de 15 años, y ahora el horario y el minutero se mueven como Dios manda, pero la manecilla que da los segundos corre en sentido contrario. La delgada aguja color rojo se detiene siempre en el número siete y empieza a temblar como sacudida por un terremoto de fin de mundo, para luego seguir su marcha hacia el pasado. Aún así, el aparatucho me da la hora correcta siempre.

Me di cuenta de la enfermedad de mi reloj esta semana, y no pude evitar pensar que el mal a lo mejor es contagioso. Por eso saqué del sanitario el espejito que uso para afeitarme (es uno de esos de color chillón que venden en "Salsipuedes"); las viejas fotografías que ojeo cuando me deprimo, y los libros que tengo en la cabecera del retrete (García Márquez, Dashiell Hammett, Porfirio Salazar, Neruda, el maestro Fonseca y Fernando Díez Lozada) que me acompañan en esos duros momentos de soledad.

Lo hice por varias razones: primero, para no cortarme demasiado al quitarme la barba negro y blanco que me aparece en la cara todas las mañanas, y que ahora podría crecerme mientras más intente cortarla; y, además, quiero evitar que los personajes truculentos de la trama policial de Dashiell o Fonseca, vayan a tener amores prohibidos con los de Gabo, a quien vuelvo a acompañar en su "Viaje a la Semilla".

Y con las fotografías tengo miedo que esa gente, eternamente joven, vaya a salirse del papel, o me metan a mí y me dejen atrapado en esa escena en la que aparezco de niño con pantalones cortos y ajustados, de pie en la Plaza 5 de Mayo con la casa Müller al fondo. Sería desastroso quedarme para siempre en los años sesenta, sin televisión a color ni internet; sin poder conocer a Eileen Coparropa ni a Sandra Sandoval.

Mi reloj está loco y yo soy el culpable. Tal vez dejé mucho tiempo abierta la puerta del sanitario mientras escuchaba los radionoticieros, o veían en casa las novelas. También es cierto que he dejado olvidados ahí algunos periódicos, y seguro que el reloj los leyó. Si no se está preparado y se leen esas cosas, cualquiera se desquiciaría como él, después de estar guindado por el cogote durante más de 15 años.

Mirándolo por otro lado, el reloj no ha hecho otra cosa que imitarnos. La panameña pretende ser una sociedad moderna, con grandes capitales en su centro bancario, descomunales carreteras, un Canal que es una mina de oro, una veintena de centros superiores de enseñanza, por lo menos diez universidades privadas y dos estatales (miles y miles de escuelitas y colegios públicos y privados en todo el país); una zona libre archimillonaria, un potencial turístico inestimable con más de 200 hoteles sólo en la ciudad de Panamá; artistas talentosos, deportistas que son leyenda, centros nocturnos que generan millones de dólares de ganancia por mes, industriales y productores ingeniosos, políticos con más de 40 años de experiencia...

...y aún así, más de la mitad de los panameños (un millón y medio de almas) vive en extrema pobreza; las cárceles están superpobladas, no hay trabajo para un poco más de 150 mil istmeños, se registran por lo menos 450 asesinatos al año, y la ignorancia reina de alguna u otra manera en la mayoría de los hogares panameños.

Viéndolo bien, creo que mi reloj no está loco. Lo que pasa es que necesita reposo. Le voy a sacar las baterías y lo voy a mandar a pasear al campo. Se lo merece, después del daño que le he hecho.

 

 

 

 

 

 

 



 

AYER GRAFICO
El único sobreviviente de los constructores del Canal es colombiano y vive en Panamá.


CREO SER UN BUEN CIUDADANO
Sin embargo, malgasto mi XIII mes.


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