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En Cristo tenemos vida eterna

Mariano Sánchez | Crítica en Línea

EVANGELIO DOMINICAL

Juan 6, 51-58

La liturgia de este domingo nos invita a configurarnos en Cristo como fuente de la sabiduría. Una sabiduría a la que puede acceder aquel que tenga fe, pues ser sabio no es acumular innumerables datos o poseer títulos académicos o reconocimientos públicos, se trata más bien de asumir a Dios en la vida una experiencia que determina los horizontes de sentido de cualquier creyente.

El Evangelio según san Juan nos presenta a Jesús en Cafarnaún, junto al lago de Tiberíades o también llamado lago de Genesaret, pronunciando un discurso en el cual se encuentran los versículos que corresponden a este XX Domingo Ordinario. La propuesta de Jesús consiste en unirse a Él que es la fuente de todo alimento, pero no es un alimento perecedero sino eterno. Es decir, que aceptar a Cristo es admitirlo completo: en Cuerpo y Sangre que es su vida dada por nosotros.

Tomado de la Revista Vida Pastoral de la Sociedad de San Pablo Año 37 – No 135

EL DON DE LA EUCARISTÍA
Muchas veces has escuchado la frase: «A mayor amor, mayor don.» Cuando se ama mucho, los regalos y delicadezas con la persona amada son mayores.

Si tú amas de verdad, entregas a la persona amada todas tus cosas; dices que le entregas tu cuerpo y tu alma, todo tu ser. Pero bien sabes que esta entrega no es real, sino fingida, es un decir, pero un imposible hacer. Pero lo que nadie consigue lo realiza Cristo en la Eucaristía.

En la Eucaristía se te da totalmente, sin regateos, sin reservarse nada; en su alma, en su cuerpo, en todo su ser.

El fruto más preciado del amor es la unión. Si amas, buscas la unión con la persona amada. ¡Es imposible amar y que haya divorcio entre los corazones!

Cuando comulgas se realiza esta unión profunda entre Cristo y tu alma. Por la comunión no hace Cristo otra cosa que penetrar en tu alma para convertirla y transformarla en Él mismo. Cuando comulgas te sientes penetrado por Cristo y actúas bajo su divino influjo. Así lo afirma El mismo cuando dice: «El que come mi carne permanece en Mí y YO en él» (Jn., 6, 7).

P. Mariano Sánchez - Anguiano - SI, A CRISTO



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