Cuando se inventaron las excusas, todo el mundo queda bien. Esto en parte es verdad, pero ¿quién es el que queda mal?
Se ha preguntado en alguna ocasión cada vez que alguien se excusa, para salir del paso con una mentirita fresca, ¿cómo queda la persona usada como conejillo de indias?
No tienen idea el daño psicológico que crean en estas personas, sobre todo porque saben que ellos no reclamarán, pero dentro de su interior crece un resentimiento tan grande que, sin darse cuenta, construyen en estas personas una conducta silenciosa agresiva que podría estallar en cualquier momento y de cualquier forma.
No es un secreto que existan personas que culpen a los demás. Hay algo de la naturaleza del hombre, pues al fin y al cabo somos todos pecadores desde que nacemos.
¿No te ha ocurrido en el colegio cuando los estudiantes del turno de la mañana culpaban al de la tarde o la noche de los daños de las sillas y de los murales? Vez, es normal. Esta enfermedad es vieja, mucho más de lo que imaginas, pero el dilema es que crece con uno mismo y suele afectar a las personas en su desarrollo laboral de tal manera que, cuando ocupan cargos de relevancia en la estructura de la organización, desempolvan el librito para decir: "Yo no fui, fue fulano. Voy a llamarle la atención, pero le aseguro, señor gerente, que si esa persona comete un error más, lo despido".
Es increíble que un hombre o mujer no tenga una pizca de conciencia para aceptar los errores que se cometen a niveles altos.
El día en que los jefes digan: "La culpa fue mía", el mundo dará una vuelta y vendrán nuevos tiempos porque ha salido a flote la verdad.
Si eres jefe y si has cometido el error de culpar a tu subalterno, pídele perdón a Dios y después a esa persona que afectaste.