TEMAS DE ACTUALIDAD
La extinción de los compadres

Julio César Caicedo Mendieta
Colaborador
Con toda la sinceridad del mundo, me atrevo a porfiarles que muy pocos panameños toman en su justo valor el bautismo y menos, lo que significa ser un verdadero compadre en estos tiempos tan aciagos que estamos viviendo en la sociedad panameña. La importancia que se le da al acto de bautizar hoy en día, dista mucho de lo que realmente significa este sacramento. La debacle comenzó con Martín Lutero, cuando fracturó al cristianismo por su rebelión personal contra las indulgencias papales en 1517. Los católicos quedaron de un lado y los protestantes del otro. Yo, que no peco de agnóstico ni de ateo, certifico que en esa ruptura, no intervino Dios para nada, pues las causales de esa división fueron exclusivamente provocadas por los intereses políticos, económicos y militares de la época. Y así, el bautismo que fue uno de los primeros sacramentos de la iglesia, con el cual se daba al ser de gracia y el carácter de cristiano a las personas, se partió en mil pedazos. Por un lado cada carpa realiza el suyo a su imaginación interpretativa, mientras que el de la primera iglesia, se mantiene aunque perdiendo adeptos día tras día. En Panamá cada vez hay menos compadres, yo solito he perdido siete en los últimos doce años, no porque se hayan muerto, sino porque se han convertido en fanáticos de otros cultos recientemente aparecidos en la República. La Iglesia Católica llegó a nuestras playas con el imperio español, a punta de sangre y fuego, hay que aceptarlo, pero fueron menos crueles que los protestantes que llegaron a la América asolando las praderas de los Estados Unidos quienes además de extinguir a los búfalos, mataron a más de cuarenta millones de indios, apenas si dejaron medio millón vivos, por suerte acá en Panamá, no cumplen ni 120 años de estar y fue luego de los primeros asentamientos gringos en Panamá con el ferrocarril interoceánico y el Canal. En este país tan hermoso, la división religiosa es tal, que ya uno no sabe si queda bien, al brindarle tamales o morcillas a un compadre Salva Cuatro, porque Dios libre que a la gallina no se le haya quitado toda la sangre o que los embutidos sean de puerco. Muy aburrido incluso, es el aguantarse las perolatas de los fanáticos que juran y comen mocos creyéndose ellos mismos los salvadores del mundo, porque algunos, por sus gestos levitan sobre el resto de los homos sapiens. ¡A mi abuela ni a mi mamá por ejemplo, no le pudieron salir con vainas! Yo recuerdo las figuras de los primeros gringos flacos y entecos que llegaron a Capira, con los cultos evangélicos, quisieron prohibirle a mi abuela que fumara con la candela para adentro, y se llevaron una buena trapeada de padre y señor nuestro, que más nunca volvieron. La ignorancia galopante en nuestro pueblo, el pragmatismo que lo está matando, más la dormida de la Iglesia Católica por otro lado, son las principales causas que brindan la viabilidad para que continúen viniendo gentes extrañas y protestantes de toda suerte. Para mí fue un milagro que el loco aquel que se fincó de Guyana, que se creyó Dios y mandó para el país de los calvos a más de 700 personas, no se instaló aquí en Panamá. Porque, aquí es tierra abonada para que vengan de afuera a decirnos que es malo persignarnos y a enseñarnos cómo sacarnos las pulgas. Cada vez que me invitan a un bautizo, me alegro mucho, tan sólo porque es señal que la Iglesia Católica está viva todavía. Estoy tan preocupado, que los pocos ahijados que me quedan, los estoy mimando y aconsejando más de lo normal e invitándolos a que vayan los domingos a la misa, no vaya a ser que pierda primero a los ahijados que a mis propios compadres o viceversa. Por otro lado, me está preocupando, la aparición de unas mezquitas con puntales arábigos todas musulmanas, en Vista Hermosa y Betania hay calles que parecieran que usted caminara por Paquistán, porque como aquí hay libertad de todo, usted ve padres, abuelos y críos con turbantes y ropajes que no son de nuestro trópico.
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