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Martes 8 de agosto de 2000



Una rosa de amistad

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Hermano Pablo
Colaborador

Era en Estados Unidos durante la segunda guerra mundial, y era un bot�n de rosa lleno de vida, pugnando por abrirse y llegar al m�ximo de su belleza. La familia Ninomiya, familia japonesa, derram� l�grimas de gratitud.

El vecino de la familia, en las cercan�as de San Francisco, California, Conrad Holster, la hab�a cultivado para darles la bienvenida. Y no s�lo hab�a cultivado esa rosa, sino que hab�a cuidado del vivero de los Ninomiya durante los cuatro a�os que hab�an pasado en el campo de concentraci�n.

La familia japonesa hab�a comprado tierras cerca de San Francisco. Junto con su vecino, Conrad Holster, un norteamericano, hab�an cultivado rosas. Cuando estall� la guerra, los japoneses fueron internados en campos de concentraci�n. Conrad, el vecino, cuid� como propio el vivero de ellos.

Lo que hizo de esa rosa todo un s�mbolo es que floreci� en el tiempo en que el Jap�n hab�a bombardeado a Pearl Harbor, puerto de la ciudad de Honolulu, y la familia Ninomiya era una de muchas familias japonesas bajo sospecha, lamentablemente odiadas por los norteamericanos. Pero este vecino vio m�s all� de su raza, su cultura y su religi�n.

�La amistad -dijo alguien metaf�ricamente- es la rosa con que se enriquece nuestro pobre barro humano.� Y es que la amistad verdadera, cuando es pura y profunda, supera todas las diferencias que nos separan.

El proverbista Salom�n expres� algo muy interesante acerca de la amistad: �En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia� (Proverbios 17:17).

Si la amistad que decimos tener hace diferencia entre uno y otro -entre un norteamericano y un japon�s, entre un rico y un pobre, entre un letrado y un analfabeto, entre un cat�lico y un protestante-, entonces no es amistad. El que ama s�lo a los que est�n de su lado no tiene m�s que amor por conveniencia.

Jesucristo dijo: ��Ustedes han o�do que se dijo: "Ama a tu pr�jimo y odia a tu enemigo." Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen� (Mateo 5:43-44). Si Cristo exige amor aun hacia el enemigo, �cuanto m�s hacia el que est� separado de nosotros s�lo por alguna diferencia de opini�n!

Si nos falta amor -amor entre marido y mujer, entre padre e hijo, entre un pueblo y otro, entre una religi�n y otra-, es porque no tenemos en nosotros el amor puro de Dios. No suframos m�s con odio. Cristo quiere cambiarnos con su amor.

 

 

 

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