Ya lo había dicho en un artículo anterior. Un matón me montó una persecución hace ocho años y sólo porque respondí que sí soy periodista cuando me dirigía esa noche en mi auto a casa, en el área Oeste. La placa me delató. Era obvio. Es fácil saber si eres comunicador cuando llevas las iniciales "PR" como matrícula.
Pasado el gran susto de mi vida, hoy la pesadilla se repite, pero esta vez con desenlace fatal. Esa tarde, mientras me reunía en Panamá con dos colegas para discutir unos proyectos en común, entraron los encapuchados al restaurante gritando: "¡Dónde están esos periodistas... dónde están esos cabrones! Los vamos a matar". Me dije: "¡Dios, voy a morir!". Nunca antes había escuchado tantas detonaciones al mismo tiempo. Sólo recuerdo los gritos de los clientes y los pedazos de cristales que caían de un lado para el otro. De pronto, se habían ido. El silencio se apoderó del local por treinta segundos hasta que las sirenas de las ambulancias invadieron la escena. Las luces me encandilaban hasta quedar segado provisionalmente: veía cocullos.
Era un lunes 13 de julio del año 2026, el día que mataron a mi amigo y colega periodista. Dicen que iban por mí, pero algo me protegió de la muerte segura. Eran narcotraficantes que buscaban venganza, pues ya habían cumplido su condena y, según me contaron, tienen en una listita los nombres de las personas involucradas en su captura y en la divulgación de los hechos: Reporteros, fotógrafos, camarógrafos, presentadores de TV, directores de medios, ex jefes de la Policía y de la PTJ, ex fiscales, ex procuradores y más.
Así de dramático podría ser Panamá dentro de 20 años si la Policía Nacional o el Consejo Nacional de Seguridad no aplica un plan estratégico para contrarrestar a la narco mafia. Podríamos imaginarnos muchas situaciones a futuro. Nadie sabe qué será de Panamá, pero lo cierto es que podrían cambiar los horarios para ir al cine, habría toque de queda todos los días a las 5: 00 p.m., las casas serían fortalezas, protegidas contra criminales y, lo peor, pudiéramos leer titulares como: "Narcos asesinan a treinta pasajeros de un bus"; "Diputado es encontrado muerto y amordazado"; "Atentan contra el Presidente".
La ola de crímenes asusta. El miedo está dentro de cada panameño -rico y pobre- y ahora nadie quiere tomar atajos en los corredores por temor a ser víctimas de la mafia y más si es de noche, tal como ha ocurrido en las últimas semanas con la muerte del detective de la Policía Técnica Judicial y la pareja de colombianos acribillada en el Corredor Sur.
¡Increíble! La mafia organizada penetra hasta los sistemas de seguridad para matar con técnicas de envenenamiento a unidades valiosas. Esto únicamente lo había leído en las tragedias griegas.
Rogamos a Dios por la protección de los comunicadores que cubren crónica roja, pues estamos expuestos a todo y la mafia no le causa mucha gracia que se revelen sus debilidades, pero el trabajo tiene que hacerse, por eso hoy recuerdo una frase que siempre ha martillado mi existencia: "Si alguien quiere conocer Panamá, que venga porque se acaba". Esto lo dijo el filósofo colombiano Rufino Cuervo, antes de que fuéramos República. ¿Tendrá razón?