Caía un fuerte aguacero, eran las 6 de la tarde y buscaba cómo trasladarme a mi residencia, después de una agitada jornada de trabajo. Así, inicia su relato la joven Carmen, de cómo quedó atrapa por dos horas dentro de un taxi.
Esa tarde de quincena, Carmen salió de su trabajo en la Vía Ricardo J. Alfaro hacia las afueras de la ciudad capital (Brisas del Golf). Trataba de tomar un taxi, lo cual se hacía casi imposible, ya que a esa hora (las 6:00 p.m.), todo dicen "no voy".
Después de casi 30 minutos paró un taxi y le dijo a su conductor: "Señor, voy para Brisas del Golf", éste se quedó pensando y me dijo, suba la voy a llevar, pero espero que no se maree por los atajos que voy a tomar para poder llegar a su destino.
Me subí;, eran las 6: 30 p.m., y le di las gracias sin pensar que mi odisea iba a comenzar, el taxi no tenía aire y la lluvia no cesaba, el taxista tomó por el puente entre la USMA y Los Libertadores para coger por la Transístmica, luego giró hacia Monte Oscuro; le pregunté si la ruta que había tomado era para llegar al puente de Villa Guadalupe (antigua estatua Roosevelt), a lo que me contestó "eso creo", pero al llegar a una de las calles de acceso, el tranque estaba peor, retrocedió hacia el puente entre Vía España y la vía Cincuentenario para tomar por Chanis y salir casi a la Plaza Carolina, ya para entonces eran las 7:15 p.m..
Cansada y ansiosa de llegar a mi hogar, continúa narrando Carmen, le volví a preguntar al taxista, el cual era un hombre de tez morena de unos 30 años, parece que religioso, porque escuchaba en su radio canciones evangélicas y a su mano derecha cerca al puesto de pasajeros estaba una Biblia (cosa muy rara en un taxista), que ruta seguía, a lo que éste me contestó, dijo la muchacha, "Voy recto, hasta llegar a Los Pueblos y dependiendo de cómo está el tranque en ese lugar, tomaremos hacia el puente de San Antonio para llegar a su destino; de lo contrario tendremos que seguir hacia Pedregal y luego bajar, me dijo el taxista.
Faltaban 15 minutos para las 8:00 de la noche, seguimos hacia Pedregal, porque las filas de los carros hacia el puente de San Antonio estaban largas, manifestó Carmen. Ya, más despejada la vía, continuó hacia el puente, luego giró y se volteó y me dijo: "señorita, ya casi llegamos, le digo algo, esta es la carrera más costosa que he realizado en mis tres años de taxista", a lo que asustada le pregunté ¿Cuánto me va a cobrar, señor? Se quedó callado, luego me preguntó "¿qué pensó usted, cuando se subió a mi taxi?, ya temerosa con lo que he escuchado por las noticias del supuesto taxista asesino (Lambis), le contesté: "nada, mire, tome la calle a la derecha, en la quinta casa me quedo yo.
Miré el reloj, ya marcaba las 8 de la noche, le dije: "señor aquí me quedo, saqué 5 balboas y le pagué, son 3.50, pero quédese con el vuelto; me miró y me dijo "sabe señorita, lo que usted pensó fue que yo era un maleante vestido de taxista, pero sabe que soy un ángel de Dios, y espero que los "aleluyas" que ha escuchado le ayuden a seguir al Todopoderoso".
Desde entonces, nos dijo para terminar su relato la joven Carmen, no dejo de pensar en esas palabras del taxista.