Este era un papá que quería casar a su hijo mayor de todas maneras, con una atractiva y acaudalada jovencita del pueblo. Sabiendo que ese matrimonio sería un fracaso; el padre del muchacho se empecinó a casarlo de todas maneras, haciendo oídos sordos a toda clase de advertencia.
El papá del muchacho era pobre, pero lo que él buscaba con ese matrimonio era aparentar ante la sociedad lo que no eran. El viejo era tesorero de una sociedad de su pueblo. Al punto que para demostrar que su hijo estaba preparado para ese matrimonio tomó dinero sin aprobación de la sociedad y lo hospedó en un hotel de la capital. Al muchacho le gustó tanto que pidió más dinero para quedarse más tiempo. Pero el viejo se emberracó, y lo sacó del hotel.
Pasaron tres días, y el papá recapacitó. Se dijo -si ya invertí en un hotel, pues tengo que seguir con esto hasta el final- Lo metió en el hotel de nuevo. Le llevó consejeros matrimoniales, sicólogos, psiquiatras, y todos estos especialistas coincidieron en que ese muchacho sería un fracaso en el matrimonio.
A parte de las advertencias que le hacían, el viejo, con todo en su contra, celebró ese matrimonio, con el dinero ajeno, o sea de la sociedad. Se fueron de luna de miel a Río de Janeiro; no sólo los recién casados, también se llevaron a primos, amigos, asesores y otros. Estando en ese país a los recién casados se les extraviaron sus documentos, por lo que no tenían nacionalidad, patria, identidad, nada. Como no pudieron mostrar su nacionalidad, los extraditaron. Al llegar a su país, la situación empeoró. El matrimonio se desmoronó por completo, no duró ni tres días.
La plata ajena la gastaron toda, el pueblo los reprocha a diario, son una vergüenza. Pero las autoridades del pueblo, no hicieron nada, ni harán absolutamente nada.
La Sociedad del pueblo aquel, fue la que salió perjudicada aunque se halla advertido con insistencia: la malversación de fondos, para una vergüenza anunciada.
Moraleja: Si todo en la práctica te sale mal; es un aviso para que en la realidad no lo intentes.
Grullo: aunque te quede una sola pata; pero estás en tu casa.
Cualquier parecido en el Deporte Panameño con este cuento no es casualidad, es para vergüenza.
