Para que el diálogo produzca resultados que le devuelvan la tranquilidad al país se requiere, en primerísimo lugar, que el gobierno demuestre humildad. La arrogancia de la que con frecuencia hacen gala altos personeros de la actual administración es un error de gravísimas consecuencias.
La gente no fue a las calles para que el resultado del diálogo sea que la Ley 17 se quede como está, y menos para que algunos "aViva, Crítica en Líneatos" traten de reintroducir viejas posturas privatizadoras. Me refiero a los representantes de la empresa privada que, completamente fuera de la realidad, abrigan la esperanza de satisfacer su vieja aspiración de meterle mano a las reservas del Seguro Social para manejarlas en provecho propio.
La estrategia que comparten gobierno y empresarios, que en el fondo busca bloquear los consensos para luego, mediante votaciones, desestimar las demandas de los sectores populares es tan transparente que no engaña a nadie. El error básico de esa postura consiste en asumir que con sumas y restas de votos podrán imponer la misma Ley 17 que ya repudió la nación entera.
El diálogo, ojalá lo entiendan de una buena vez, sólo desactivará el rechazo popular si el gobierno abandona su arrogancia. Para ello, debe descartar su posición de mantener la Ley, si el diálogo no produce consensos para cambiarla. Si los empresarios y el gobierno rechazan las propuestas de los trabajadores, es imposible el consenso.
Los estrategas gubernamentales calculan que por esa vía lograrán voltear la tortilla a su favor. ¡Craso error!
Sólo si el gobierno, que es el que debe y puede, adoptara una postura más constructiva, entonces si estaríamos en camino a solucionar el fondo de la crisis. Bloquear el consenso o imponer decisiones por votación no servirá de nada.
