Los colombianos se lanzaron ayer a las calles de los 32 Departamentos del país y en los diversos países del mundo, donde existen colonias de esos hermanos suramericanos.
Fue una movilización contra el secuestro y para exigir la liberación de todas las personas que mantienen en cautiverio las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La gota que derramó el vaso fue el asesinato de 11 ex diputados secuestrados desde hacía cinco años por ese grupo guerrillero.
Las FARC alegan que los políticos murieron el 18 de junio en un fuego cruzado con un cuerpo militar que atacó uno de sus campamentos. Quizás la excusa busca limpiar cara frente a la repulsa mundial que ha ocasionado ese hecho.
Lo cierto es que si esas personas no estuvieran secuestradas, no habrían tenido ese trágico final. La libertad es lo más preciado de una persona.
Separar a un ser humano de su familia es imperdonable y peor cuando se busca el pago de algún rescate económico o un beneficio político.
Aún quedan 45 personas en poder de las FARC. La guerrilla pretende intercambiarlas por guerrilleros presos. En la lista de secuestrados permanecen la ex candidata Ingrid Betancourt, tres estadounidenses políticos, militares y policías.
Es un drama doloroso el que se vive en Colombia y ojalá que en Panamá nunca Viva, Crítica en Línea situaciones similares como esa. Quizás la vacuna para prevenir ese tipo delitos en el país, es mejorar la distribución de la riqueza. Es peligroso que de tres millones de habitantes que tiene Panamá, más de medio millón viva en la pobreza.
Gracias a Dios, Panamá todavía goza de cierta seguridad. Aunque de vez en cuando se producen hechos criminales que nos estremecen, el secuestro no llega a los extremos que vive y sufre desde hace décadas la hermana república de Colombia.