Dios dijo - mas bien ordenó - ¡Hágase la luz! Y todo el planeta quedó iluminado con la brillantez del astro sol.
Esa luz, que aparece en el horizonte al rayar el alba, es la combinación de una maravillosa conjugación de dos fenómenos naturales que, juntados, dan al entorno donde aparecen, el más profundo sentimiento de paz y serenidad espiritual, como sólo el alba y la luz son capaces de proyectar...
De hecho, es a la luz del alba cuando la humanidad, toda, despierta a una innegable realidad: ¡DIOS EXISTE! Y existe por cuanto que se cumplió su orden de que se hiciese la luz.
Por otra parte, hay seres humanos que son, al mismo tiempo, alba y luz envueltos en una inconfundible luminosidad cristiana; por ello, nuestra aurora, hoy diferente, está configurada dentro del binomio, alba y luz, que proyecta a nuestro alrededor, en nuestro entorno, un nuevo y confortable calor humano que nos embriaga de paz y tranquilidad.
Con lo anterior siento que ha llegado el momento para revelar a mis lectores, que existe un alba y una luz muy de carne y hueso, a quien están dedicadas estas reflexiones, a través de las cuales también quiero saludar, muy efusivamente, a dos damas que han dejado huellas imborrables en nuestro entorno familiar. Son ellas la pastora Gloria y la pastora Marta...
Por todo esto, estoy convencido que la 'trilogía cristiana' conformada por Alba Luz, Gloria y Marta, con sus miradas, su fe y su confianza puestas en el Altísimo, siempre serán los instrumentos humanos que, en razón de su intercesión, el prójimo siempre tendrá la esperanza de recibir no sólo la cobija del Espíritu Santo bajado sobre ellas - para gloria de Dios- sino que también ese prójimo sentirá que sus oraciones están siendo escuchadas por la Santísima Trinidad que nos envuelve a todos los cristianos creyentes... ¡Au Revoir!