Me levanto por las mañanas, me baño y, cuando me dirijo al trabajo, voy viendo a todas las hembras que pasan frente a mi sin ropa. Prácticamente las desnudo para hacer con ellas todo lo que mi imaginación permita. Así es el diario vivir de los que permiten que el sexo controle sus vidas.
Esta gente no le importa conceptos. No quieren saber qué es fornicación o adulterio. Ambas cosas saben que tienen que ver con sexo, por eso les da igual qué significan.
Para empezar a definir estas palabras, hay que empezar resaltando que ambas son actos donde el hombre o la mujer peca.
Las relaciones sexuales entre una persona casada y alguien que no es su compañero constituye adulterio.
Los Diez Mandamientos contienen la prohibición del adulterio: "No cometerás adulterio" (Éx 20.14). La razón es simple: el matrimonio constituye el fundamento de la sociedad y viene acompañado de la responsabilidad de criar a los hijos. Las relaciones extramatrimoniales fortuitas no sólo ponen en peligro el matrimonio, sino destruyen los sentimientos paternales y maternales por los hijos, y opacan los vínculos familiares.
La fornicación es sexo entre dos personas que no están casadas. El apóstol Pablo dijo que ello constituye un pecado contra el cuerpo. Recomienda a los cristianos huir de la fornicación como un pecado contra Dios y nosotros mismos, porque el cuerpo de los creyentes es el templo del Espíritu Santo (1 Co 6.18, 19). Pablo dice que si un creyente une su cuerpo al de una ramera (o alguien inmoral) está uniendo a Jesucristo con esa persona (1 Co 6:15,16).
Estimado amigo, no permita que el sexo le gobierne. Busque ayuda de Dios para seguir adelante.