Cada fin de semana se reporta un sinnúmero de accidentes de tránsito fatales. El exceso de velocidad, las malas condiciones de las carreteras y el conducir bajo los efectos del alcohol son los principales detonantes.
De nada vale que cada inicio de semana los diarios, emisoras y estaciones de televisión reporten esos hechos, como una fórmula para que los conductores tomen conciencia.
Sucede que nadie escarmienta en cabeza ajena. Sólo cuando la desgracia toca a nuestra puerta es que entramos a meditar sobre la necesidad de manejar de manera adecuada.
Los conductores deben comprender de una vez por todas que un auto es un arma en potencia. No se puede exceder los límites de velocidad. Claro que los accidentes son inevitables, pero mientras mayor velocidad le imprimas a la máquina, así mismo suben las posibilidades de una fatalidad al momento de una colisión.
De igual modo, las autoridades deben entrar a reparar las vías de la capital y el resto de las provincias. La vía Transístmica con sus incontables baches ya han cobrado la vida de muchos colonenses, capitalinos y extranjeros.
Igual sucede con la carretera Interamericana. Cada semana crece la estadística de decesos por accidentes de tránsito, para que al final del año la cifra se acerque a las 500 víctimas por estas causas.
Sin embargo, los panameños siguen ignorando la situación y no adoptan un manejo defensivo. En vez de tomar un taxi cuando están bajos los efectos del licor, prefieren ponerse al timón para poner en peligro su vida y la del resto de los mortales. Cuando llega la desgracia, entonces viene la autorrecriminación del porqué hice esto.