Con el pasar de los años, el panameño se ha visto obligado a ir cambiando su tradicional manera de vivir. En los años 50 y 60 era tan fácil utilizar el transporte colectivo; los buses no avanzaban, hasta que el pasajero estuviese sentado.
Se vivía sin problemas, con un estilo de vida prestado o importado, ya que sin ser ricos, al llegar las fiestas de diciembre, las familias botaban a la basura los muebles para reemplazarlos por unos relucientes.
El consumo, ni el precio de la gasolina eran tema de discusión. Lo mismo que no se conocía el significado de canasta familiar, ni del costo de la vida. Paradójicamente, la modernización llegó con la tecnología de una de sus manos y con la pobreza de la otra. Algo ha hecho que al panameño común, se le hayan obstruido los caminos que conducían a una buena educación, un buen trabajo y a un mínimo de estándar económico, que lo hacía silbar en las calles. Ya no se silba, ni se habla de la forma de vivir, sino, del modo de subsistir.
El alza del precio internacional del petróleo, ha terminado de trastocar todo, creando una profunda intranquilidad e involucrando el mercadeo mundial de esta materia prima. Es un problema complicado que involucra la comercialización y la inseguridad del suministro del principal proveedor Arabia Saudita. Esto ha provocado que no sólo los Estados Unidos empiece a guardar petróleo. Por ejemplo, los países que integran la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, también hicieron conocer su compromiso de continuar con el almacenamiento de crudo para asegurar su futuro económico.
El esfuerzo gubernamental de Panamá, de subsidiar parte del alza de los precios internos del combustible, no ha sido suficiente, pues no se han estabilizado los precios y existen muchas razones para pensar que se mantendrán elevados. Por lo tanto, es necesario convertir en una verdadera cultura el ahorro energético, a través de una campaña permanente
Mientras nos educamos para ahorrar, es posible que se desaten aumentos de una serie de productos de primera necesidad.
