En febrero pasado, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) reclamaron a la Fuerza Pública de Panamá que no se inmiscuya en el conflicto colombiano y prometían no atacar a los uniformados de nuestro país destacados en la selva darienita. Sin embargo, dos unidades del Servicio de Fronteras sufrieron amputaciones de piernas al pisar una mina antipersonal que colocaron en un campamento en territorio panameño.
La insurgencia o los narcotraficantes colombianos debe entender que debe respetar el territorio panameño y que no pueden establecer campamentos en Darién o Kuna Yala ni perpetrar secuestros de panameños y extranjeros residentes en nuestro país, ni atacar ni saquear poblados a lo largo de la zona fronteriza.
Si bien es cierto que a Panamá no le conviene inmiscuirse en el conflicto entre el Ejército colombiano y las FARC, tampoco podemos permitir que guerrilleros o paramilitares ingresen como Pedro por su casa a territorio panameño.
Miembros de las FARC han perpetrado secuestros en Darién como fue el tres norteamericanos de la Misión Nuevas Tribus, así como de los españoles José y Sergio Colastra. En plena ciudad capital plagiaron al empresario cubano-americano Cecilio Padrón, y otros pequeños empresarios fueron también secuestrados por la guerrilla.
Si la guerrilla no quiere que Panamá quede inmersa en el conflicto, entonces debe empezar por respetar la soberanía panameña y a las personas que viven en Panamá. Nuestro país tiene suficientes problemas con la delincuencia criolla para estar lidiando con guerrilleros, pero tampoco nos podemos hacer los ciegos y los sordos para que la insurgencia haga lo que mejor le parezca en nuestro territorio.
De igual forma, las poblaciones ubicadas a lo largo del cordón fronterizo deben evitar hacer negocios con la insurgencia colombiana, porque tarde o temprano se verán envueltos en problemas.