La situación en Panamá ha comenzado a tener similitudes con la de otros países del continente, sobre todo de América del Sur, donde la creciente disconformidad de las masas ha lanzado del gobierno a sus Presidentes.
De esta manera, las dos democracias que no se vieron afectadas por gobiernos dictatoriales, acciones terroristas o movimientos guerrilleros durante el último medio siglo han enfrentado acciones que han amenazado el orden constitucional. Así, Venezuela ha sido atrapada en la vorágine de una Revolución Bolivariana que ha creado un ambiente de desconfianza hemisférica por sus inclinaciones ideológicas.
Por su parte, Costa Rica ha visto desequilibrios en su órbita y su presidente, Abel Pacheco ha debido hacer frente a una revuelta popular de una semana, con cierres de carretera, avenidas y calles principales, cuando el pueblo tico rechazó de manera contundente la privatización del servicio de energía eléctrica y de telefonía.
También en Costa Rica la detención por actos de corrupción de los expresidentes Rafael Angel Calderón Fournier y Miguel Angel Rodríguez, resultó un verdadero escándalo internacional, ya que el segundo había sido elegido como Secretario General de la OEA. Todavía quedan pendientes los casos de José María Figueres y el propio Pacheco, con investigaciones en curso.
Otras latitudes observan con creciente preocupación el quebrantamiento de la legitimidad de los sistemas electorales y el ejemplo de Ecuador, que ha lanzado desde Abdalá Bucaram varios mandatarios, hecha raíces cuya expansión amenaza otros países de la región.
De igual manera, el ascenso de Lula Da Silva en Brasil, Tabaré Vásquez en Uruguay, Ernesto Kirchner en Argentina, matizan con cierta inédita tonalidad la política tradicional del subcontinente latinoamericano, que comienza a despertar del sopor emanado de las cajas recaudadoras de los organismos internacionales financieros.
Debemos mencionar también el caso de México, donde el izquierdista PRD tiene todas las posibilidades de lograr una victoria electoral en los próximos comicios generales del próximo año y de enterrar al Partido Revolucionario Institucional (PRI), hermano mayor del PRD panameño; no deja de tener su oportunidad el Partido Acción Nacional, con varios intentos fallidos por cumplir compromisos con los prestamistas internacionales y sus parámetros financieros.
La joven democracia panameña comienza a evidenciar un preocupante desgaste, con políticas orientadas a corregir déficit fiscales, en medio de un entorno donde las enmascaradas privatizaciones de los servicios públicos han despojado de un derecho inalienable a las poblaciones rurales, sobre todo del de agua potable.