El día más triste de su vida, aún lo recuerda con mucha nostalgia, la muerte de su querida y única hija, Dalia, la madre de sus cuatro nietos. Todo fue tan rápido y nunca pensó que ella se iría a la edad de 39 años, murió y con ella parte de la vida del señor Valdés y su esposa, sin dejar de mencionar el vacío en los cuatro pequeños que aún la extrañan y no se resignan el haberla perdido.
La muerte de su hija le afectó en todos los sentidos, pues aunque ella no trabajaba de manera permanente, era quien lograba conseguir algo de dinero con la venta de chances clandestinos para la familia, ayudada por el señor Valdés. Sin embargo, todo cambia y él aparte de dedicarse a la agricultura, decide vender chances clandestinos para seguir adelante y mantener a su esposa y a los hijos que ahora adoptó tras la muerte de su hija.
La vida no le sonríe, pues hace poco, el pasado 26 de mayo el señor Valdés, desesperado por la ausencia de dinero en el hogar, decide tomar una bicicleta y viajar hasta El Jagüito, una comunidad cercana para ir a cobrar un dinerito que le debían y comprar la cena del día. Pero algo salió mal, no le pagaron y lo que se consiguió fue algo peor, cuando regresaba por la Interamericana, un vehículo lo atropelló, afortunadamente no murió.
Este padre especial, como lo llaman en su comunidad, necesita unas muletas o una silla de ruedas.