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El Estado panameño, con bastante madurez, viene encaminando su lucha para resolver la contaminación en áreas de entrenamiento militar durante la presencia del ejército estadounidense en Panamá.
Los norteamericanos que han ocupado diferentes puntos de la geografía nacional, como es el caso de Río Hato, jamás se plantearon la limpieza de sus campos de entrenamiento. Esta área coclesana ha reportado en la historia casos crueles donde han muerto panameños, inclusive infantes que tropezaron con algún artefacto explosivo militar.
Durante la ejecución de los Tratados Torrijos - Carter no se hicieron las diligencias y planteamientos necesarios para que, saliendo el último soldado, se limpiara el territorio de la última munición dejada en estos sectores.
La lucha por la limpieza de los polígonos por parte de Estados Unidos se convierte nuevamente en la lucha de David contra Goliat, donde el mecanismo bilateral no da ningún resultado.
Hoy tenemos una Patria liberada por el ejercicio internacionalista que hizo el desaparecido Omar Torrijos, cuando logró convencer a naciones grandes y pequeñas por la causa de la reconquista del Canal.
La aplicación de un arbitraje por parte de las actuales autoridades rectoras de la política exterior, es el camino que nos queda en el orden internacional para poder obligar al coloso norteño a cumplir con sus responsabilidades o poder desarrollar una campaña moral contra él.
Aquellos que hoy critican el arbitraje como solución a la eliminación de minas en áreas de ocupación militar colonialista, niegan el método torrijista de ganar la pelea a un gigante, que es el debatir en esferas apropiadas y ante los ojos del mundo, una nación chica frente a la primera potencia del mundo. |
