A raíz de la publicación de un medio colega de la fotografía de uno de los jugadores esterales de la selección de fútbol, se desató una polémica respecto a la conveniencia o no de difundir esa información en la proximidad del primer partido del onceno nacional de cara a las eliminatorias mundialistas.
El tema genera pasión. Entendemos que los fanáticos y a la gente que se mueve en el ambiente del balompié se sientan molestos, pero los medios de comunicación social deben cumplir su labor de informar.
Cuando uno es figura pública se expone al escrutinio de la sociedad. Si usted es famoso y no quiere aparecer en periódicos, revistas o televisoras haciendo gala de su categoría de conquistador, reserve esas manifestaciones a la intimidad de una habitación y no a la vista de todos en una discoteca.
El caso del futbolista de marra no es el único. Los paparazzi en el mundo están a la caza de las estrellas, políticos y deportistas. Allí está el caso de la presentadora de televisión Cecilia Bolocco y hasta del jugador Ronaldo.
Existe una realidad, si el resto de los diarios o televisoras hubiesen tenido la información, la habrían publicado. Cuestionar el patriotismo de alguien por divulgar una información o recurrir al insulto para desacreditarla, no es serio.
También es cierto que una fotografía de esa índole provoca problemas personales al afectado, pero cuando se es figura pública, se deben sopesar todas esas situaciones, porque ya no se trata de un ciudadano común; ahora los ojos de un gran sector de la sociedad están sobre el personaje destacado.
La labor periodística muchas veces es incomprendida. Se nos aplaude y se nos censura, pero el temor no puede conducir nuestros pasos. La verdad -por muy dura que a veces sea- debe ser el norte.